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jueves, 25 de junio de 2009

Aparecen varios árboles talados por un acto vandálico en el valle del Clamores .


Indignación era la palabra que mejor resumía ayer el sentir de quienes bajaban o subían paseando por el valle del Clamores y se encontraban con árboles talados en un acto vandálico cometido la noche de San Juan. “No tiene calificativo lo que han hecho, ¡son unos salvajes!”, exclamaba Julia Santiago al ver un chopo cortado. “Viene muchísima gente al ‘botellón’ —añadía su amiga María García—; en la casa de Lolete [hortelano que vive en el valle] han roto la placa de homenaje que habían colocado y a él le han llegado a tirar huevos”. Mientras conversaciones similares tenían lugar en el fondo del valle, jardineros de la Unidad Especial se afanaban en limpiar la senda que va desde el puente de Sancti Spiritu hasta la Fuencisla, escenario del acto. De acuerdo con los operarios, el suceso debió tener lugar la noche de San Juan, cuando una o varias personas recorrieron la senda pertrechados con una o varias hachas o machetes y se dedicaron a talar aquellos árboles que estimaron oportuno.Entre las víctimas aparecieron varios chopos, olmos y hasta un arce. Todos ellos eran ejemplares de gran porte, llegando alguno a tener cerca de diez metros de altura y 25 centímetros de diámetro.Aunque el acto vandálico resulta, por su modalidad, nuevo, lo cierto es que episodios de salvajismo son frecuentes en el valle del Clamores. “Llueve sobre mojado”, afirmaba ayer uno de los paseantes. La pasada semana, sin ir más lejos, se descubrieron levantadas dos arquetas de riego sobre las que los delincuentes habían lanzado pesadas rocas, destrozando electroválvulas y llaves de corte. Dado que por dichas arquetas pasaba la alimentación eléctrica a todos los circuitos del valle del Clamores, tres operarios tuvieron que dedicar tres días a comprobar el estado de los circuitos, valorándose económicamente las reparaciones en más de mil euros. “¡Esto es fruto del botellón!”, gritaba un hombre adulto al ver el panorama. Desde la Unidad Especial se afirma que, al finalizar las clases, el valle del Clamores sufre “una presión muy fuerte”. El pasado sábado, siete operarios de este centro de empleo que persigue la integración de personas con discapacidad necesitaron treinta bolsas de grandes dimensiones para recoger los restos de ‘la fiesta’. “A nosotros —dicen los jardineros— nos duele que no se respete nuestro trabajo y tener que dedicar esfuerzos a una tarea que no nos corresponde; deberíamos trabajar para mejorar el aspecto de otras zonas”. Segundo Escudero, triste al contemplar lo sucedido, recordaba que “por aquí no se ve a la Policía”. Y mientras, Julián Matesanz, con una huerta en la Ontanilla, avisaba: “Este año no ha venido todavía lo peor, los vándalos nos han hecho algo de daño, pero cosa de poco; esperemos que siga así la cosa”.
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