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martes, 2 de septiembre de 2014

Palabras de recuerdo a LUIS YUGUERO (4)


SE NOS FUE LUIS, LUIS EL BUENO
Autor: Francisco Gozalo Viejo
Miembro de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui

Las próximas navidades se cumplirán 23 años de mi visita a los campamentos saharauis de Tinduf. Tres sindicalistas de CCOO habíamos sido invitados por el Frente Popular dej Liberación de Sahuia-el-Amra y Río de Oro (POLISARIO) para vivir los momentos previos al referéndum por el que los saharauis iban a decidir su futuro.

Como es bien sabido, el Sáhara Occidental pasó a ser colonia española tras la Conferencia de Berlín (1885) en la que las potencias europeas se repartieron África a escuadra y cartabón.


En la década de los 60 del siglo pasado, fruto del surgimiento de los movimientos de liberación autóctonos en varias colonias y del refrendo de la ONU en su resolución 1514, se desencadena un imparable proceso descolonizador. Para desgracia del Sáhara Occidental, España no sólo no se suma a él sino que afianza su dominio sobre el territorio convirtiéndolo en la provincia número 53, con procuradores en las cortes franquistas.

La muerte de Carrero Blanco en 1973, quien lideraba, dentro del gobierno, las tesis más reacias a descolonizar el Sáhara, y la Revolución de los Claveles en Portugal en 1974, que pone fin a la dictadura salazarista y descoloniza Angola y Mozambique, provocan que las posiciones de los más aperturistas del régimen se impongan. Jaime de Piniés, embajador español en la ONU, presenta, en la Asamblea General de 1974, la propuesta de un referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui para el primer trimestre de 75. La base de la consulta sería el censo realizado ese año y permitía el voto de 75.000 saharauis. Demasiado tarde. Probablemente, si se hubiera presentado al tiempo en que se hizo, años antes, con Guinea Ecuatorial hoy estaríamos hablando de un África sin colonias.

Dos circunstancias se alían en 1975 para que no se llevara a cabo el referéndum. Por una parte la enfermedad de Franco, que llevó a una inconcebible dejación de responsabilidades por parte de España al abandonar el territorio, a toda prisa, y dejar desamparados a los saharauis. Y , por otra, la huida hacia delante de Hasan II que, mientras difuminaba sus problemas internos (intentos de golpes de estado y atentados contra su persona en el 71, 72 y 73) con la anexión del Sáhara Occidental, alegando unos antiguos vínculos de soberanía territorial, intentaba poner en práctica la tesis del Gran Marruecos (remedo de la Gran Alemania de Hitler o de la Gran Serbia de Milosevic) formulada por El Fassi, fundador del partido nacionalista Istiqlal, para quien el verdadero Marruecos comprendía, además del Sáhara Occidental, toda Mauritania, un tercio de Mali y el suroeste de Argelia.

La negativa del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya a dar por buenas las tesis anexionistas de Hassan II desencadenará la Marcha Verde y la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, una semana antes de la muerte del dictador, por la que se cedía la administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania.

Los saharauis, tras la salida de España y la entrada del ejército marroquí, quedan fracturados en dos: los que se permanecen en el territorio y soportan ya 40 años de ocupación militar y administrativa de Marruecos; y los que huyeron al exilio en el desierto argelino de Tinduf soportando bombardeos con napalm, acogidos por el régimen internacionalista de Boumedian. Desde allí, el recién creado Frente Polisario emprende una guerra de liberación de doce años contra el ocupante marroquí. Contienda desigual en cuanto al número de combatientes (20.000 guerrilleros saharauis contra 250.000 soldados marroquíes) y a la estrategia defensiva de Marruecos, acantonado tras los 2.500 kilómetros de muros levantados de norte a sur, y de hostigamiento de los polisarios.

El desgaste de ambos contendientes y el convencimiento de que la situación podía prolongarse sine die llevó a una solución negociada: alto al fuego y establecimiento de las condiciones necesarias para la celebración de un referéndum de autodeterminación en enero de 1992. Se plantearía una única pregunta: anexión a Marruecos o independencia.

La ilusión que nos llevó a visitar el Sáhara en diciembre de 1991 quedó frustrada al poco tiempo. Nos dimos cuenta de que Marruecos, si no era bajo presión de la comunidad internacional, no iba a aceptar nunca la consulta. Si firmó fue para desmovilizar a los saharauis y dar un respiro a la economía marroquí asfixiada por los millones de dirhams mensuales que le costaba mantener activo su ejército y la ocupación militar del Sáhara.

La lección que sacamos de todo esto fue que era necesario organizarnos, y al volver a Segovia creamos, con la colaboración de otras personas defensoras de la causa, la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui con un doble objetivo: la ayuda humanitaria a los refugiados que llevan ocho lustros malviviendo en el desierto argelino y la ayuda política basada en denunciar la anacrónica situación de los saharauis y luchar por que se ejecute el referéndum firmado por las dos partes en el 88.

Hay que insistir, las veces que sea necesario, en que la ocupación del Sáhara es ilegal y contraria al derecho internacional, que es el único territorio de África pendiente de descolonizar y que España, aunque sus gobiernos no quieran ni oír hablar de ello, sigue siendo la potencia administradora del territorio y, como tal, hasta que no finalice el periodo de descolonización del Sáhara Occidental, tiene la obligación de cumplir lo recogido en los artículos 73 y 74 de la Carta de Naciones Unidas.

Para el lector que no lo haya intuido, diré que el acompañante e impulsor de mi viaje a los campamentos de Tinduf, y el alma de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui que después se fundó, fue Luis Yugüero, quien nos dejó el martes 26 de agosto.

Este artículo creo que servirá de modesto panegírico para Luis y, de alguna manera, de desagravio por los que, en alguna ocasión, no escribí cuando él me lo pidió. Con este, estoy seguro de que se sentiría satisfecho, pues todo su afán era que se hablara de los derechos del pueblo saharaui y del Sáhara Occidental y aquí, se hace.

Luis era demasiado Luis. Me permito, no obstante, el atrevimiento de definirle con tres simples frases: era un hombre extraordinariamente bueno, era un hombre conciliador que sabía cómo obtener ayuda de todo el mundo para la causa saharaui, obviando las ideologías y era un hombre que nunca desfallecía en su lucha por aquello en lo que creía. Si he de destacar algo por lo que le admiré es que siempre estuvo del lado de los oprimidos en su lucha emancipadora.



Los que luchamos por un Sáhara libre nunca te vamos a olvidar porque fuiste nuestro referente.


1 comentario:

Txema G. Olleta dijo...

Me parece un artículo que, desgraciadamente, sigue siendo necesario igual sigue siendo necesario que otros sigamos los pasos de Luis y sólo se le eche de menos en el corazón de sus amigos.