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viernes, 26 de abril de 2019

La película "La noche del Mundo" se ha proyectado en Segovia



 Dentro del Cineforum Social ciclo documental "Memoria e Identidad" que organiza el Foro Social de Segovia se ha proyectado la película "La noche del Mundo "dirigida por Nacho Sacaluga, Fernando Ávila en la Biblioteca Pública de Segovia.

El acto ha sido presentado por Juan Carlos Gargiulo coordinador del ciclo y Carolina Meloni guionista del documental que narra su propia historia.




Carolina Meloni, se ha referido en el coloquio que es la historia del Pozo de Vargas


En la provincia de Tucumán al norte de Argentina empezaron a aparecer los restos de personas desaparecidas, casi 40 años después de la dictadura militar que se vivió entre 1976 y 1983.una fosa clandestina en la que fueron arrojadas más de 70 personas, algunas hasta con vida. Esta aparición de restos humanos ha supuesto un profundo impacto y un cambio, tanto en materia de justicia de derechos humanos y memoria histórica.

El equipo de la película fueron los primeros en adentrarse en el Pozo para grabar el horror que ocultaba.

Este descenso a lo más profundo del pozo para rescatar las historias de las personas que allí fueron encerradas a través de las voces de sus familias.


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Vi “La noche del mundo” (España, 2016), documental dirigido por Nacho Sacaluga y Fernando
Ávila, con guion del primero. Esta obra cuenta la historia de los desaparecidos en la provincia
de Tucumán (Argentina), durante la última dictadura militar (1976-1983), centrándose en los
restos encontrados en el Pozo de Vargas (que como todo pozo, por su oscuridad, se convierte
en la noche final de los que allí fueron arrojados), una fosa clandestina que apenas ahora abre
sus entrañas. El documental explora, a veces mediante la recreación ficcional, el mayor
número posible de aristas que implica abrir ese capítulo de la historia política argentina, como
el tema de los juicios criminales que hay alrededor y los sentimientos de los familiares al saber,
por fin, la suerte que corrieron sus familiares y poder contar con un cuerpo para sepultar con
dignidad. Debo empezar señalando que no soy amante de los documentales. Su rigidez
estructural y sus ansias de mostrar la “verdad” o la “objetividad” siempre me han parecido
algo sospechosas. Sin embargo, documentales como este prestan un servicio inigualable a la
memoria colectiva y sirven como una herramienta para la formación política y moral de las
nuevas generaciones, todo con el ánimo de ofrecer una posible garantía de no-repetición del
horror (aspecto que me remite a Reyes Mate con su libro “La herencia del olvido”). Y es que
esta obra visual expone con crudeza la meticulosidad del exterminio del otro, pero más que
eso, la forma en que fueron silenciados y ocultados. Es que entre el asesinato político y la
desaparición hay mucha distancia. En este último caso, se impone la ausencia, la distancia, la
incertidumbre y el dolor de no poder enterrar debidamente (como Antígona) al pariente. El
que los regímenes totalitarios hayan optado por la desaparición del asesinado no fue una
elección casual, aunque en cierta medida esto les significó un mayor rechazo a su mal
absoluto. En este sentido, cintas como esta tienen un alto valor político (no olvidar, el nunca-
más), a la vez que rinden un homenaje tanto a los que sufrieron la tortura y luego la
desaparición, como a los que no olvidaron y, de alguna manera, permitieron el descubrimiento
de lo que otros quisieron ocultar por tanto tiempo (jueces, testigos, políticos, familiares,
forenses, etc.). De allí que las entrevistas intentaron abarcar el mayor número posible de
perspectivas de los que no quisieron olvidar (bueno, sin contar con la de los asesinos,
obviamente, pues ¿qué podrían decir para justificarse?). En conclusión, si bien este
documental no es que destaque en cuanto su producción y estética (aunque algún aplauso se
merece por el manejo de cámaras y la fotografía cuando se ingresa al pozo, para dar la
sensación de caída), sí se convierte en una pieza importante para la rememoración necesaria
en la formación política y moral de nuevas generaciones (y no solo argentinas), siempre y
cuando se acompañe de un buen debate, como el que podría ofrecer el formato del cine-foro,
todo con el fin de sentenciar de una vez por todas que la salida al debate político no puede ser,
nunca, la eliminación del otro o, peor aún, su desaparición. Estamos ante un cine-memoria, un
cine-político y en ello encuentro el valor de este documental. 2019-04-17.

Andres Boter

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