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viernes, 28 de febrero de 2020

Concentración en Segovia solidaridad con el Pueblo Saharaui en el 44 aniversario de la RASD


Concentración convocada por la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Segovia en el la Plaza Mayor de Segovia para conmemorar que el día 27 de febrero se cumplen 44 años de la proclamación de la República Saharaui (RASD).

Aurelio Quintanilla de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui ha intervenido para expresar desde Segovia  y exigir el fin de la ocupación del Sáhara Occidental por Marruecos, la conclusión del proceso de descolonización, intervención inmediata del Gobierno de España que es el responsable de que se lleve a cabo ese proceso, respeto a los derechos humanos en los territorios ocupados.


· Libertad para las presas y presos políticos condenados en juicios sin garantías procesales únicamente por su activismo pacífico: por manifestarse pidiendo la libertad del pueblo saharaui y su derecho a la autodeterminación

· Devolución del territorio a un estado, la RASD, cuyos ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a vivir en él, libre y democráticamente, sin tener que soportar al tirano Mohamed VI.

· Cumplimiento de las resoluciones de NU.

· Los acuerdos sobre aguas de la costa saharaui, pesca y productos de todo tipo obtenidos en el Sáhara Occidental han de hacerse con el Frente Polisario, gobierno de la RASD y no con Marruecos.

Convocatoria de un referéndum de autodeterminación ya.

Palabras de Larosi Haidar 24/02/2020

Parece mentira pero son ya 44 años los que cumple nuestra joven república, esa jaima grande saharaui en la que hay cabida para todo el mundo. Contra todo pronóstico, continúa en la brecha y con la cabeza bien erguida. Sigue luchando por la libertad e independencia de todo su territorio, y ello a pesar del irredento Marruecos, de la vileza de cierta clase política española y de la traición de muchos saharauis cegados por la vanidad y las ansias de poder.

Su espíritu emana de las aguas del Draa para fundirse con los manantiales de Aaiún; cobra vida en esa pequeña gran colina de la esperanza, Lagüera, nuestra Numancia, para entrar en trance respirando los sanos aires de nuestra santa ciudad del junco, Esmara. Boga valientemente y sin descanso por las encantadoras aguas del cabo del miedo, Bojador. Acaricia con sutileza nuestra joya impenetrable que penetra en el mar seductoramente, Dajla, la traicionada Villa Cisneros. Le susurra zéjeles a Tarfaya, ese árbol del taraje enamorado de la luna y enfrascado en un eterno flirteo con el insondable mar y su sirena de piedra conejera, Casamar de Mackenzie, que se yergue cual leviatán de la pérfida Albión.

Por aquel entonces, fuimos no más que el precio pagado para garantizar la corona de quien se moría por verse coronado y le importaba un rábano que ello significara el desastre y aniquilación de todo un pueblo. Al fin y al cabo, no eran más que una tribu de beduinos hambrientos y apestosos…, y lucir la corona bien valía una misa y alguna que otra hecatombe en el altar de la piel de toro. Aunque bien contado, más que cien, eran unos cuantos cientos de miles; y en vez de bóvidos, se trataba de humanos, bípedos inteligentes con conciencia y sentido de la dignidad. Bueno, tampoco hay que exagerar, pues como mucho podrían considerarse en nuestra real jerga como humanoides pseudosemitas perfectamente prescindibles. ¡Ay! Si repasáramos más a menudo nuestras suras coránicas, recordaríamos que “cuando los reyes entran en un país, causan la destrucción y la corrupción en el mismo, y humillan a los más nobles de sus habitantes. Esto es lo que ellos realmente llevan a cabo”.

Nuestro destino estaba en las manos de un par de reyezuelos en apuros que no dudaron en sacrificarnos para asegurar sus ensangrentadas coronas. Sin embargo, cuarenta y cinco años después, somos una joven república que lucha dignamente por su libertad, mientras que el fruto de las dos coronas manchadas con nuestra sangre ha sido un vergonzoso tándem reconocido internacionalmente. Por un lado, el Estado Canalla por antonomasia de política enfermiza y barriobajera; y por otro, un Estado Cobarde de primera fila, de política acomplejada y parasitaria y especializado en seguidismos y posicionamientos pasivos.


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