martes, 22 de agosto de 2006



Una vez alcanzado un alto el fuego precario en Líbano cuya naturaleza y alcance podrían dar lugar a múltiples interpretaciones según el cristal con que se miren, nosotros, firmantes de cuantas convocatorias de condena y repulsa a la agresión criminal israelí, con el beneplácito y complicidad de EE.UU. y muchos de sus allegados, contra el país y pueblo libaneses, mientras continuaba y continúa a la par una agresión no menos cruel contra la población palestina en los territorios ocupados, hemos de estar en alerta y mantener nuestra condena y denuncia, no sólo a la agresión consumada sino a la que aún, como objetivo, sigue reinando en la mente y sobre la mesa de decisión de los círculos de poder estadounidenses e israelíes, lo que podría presagiar aún peores escenarios bélicos de destrucción y exterminio en esta parte del mundo, y supondría extender el conflicto a una vasta área geográfica de la que la propia Europa y la cuenca mediterránea son su campo inmediato de repercusión.
La injusta resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que viene a premiar implícitamente al agresor y dejar los crímenes de guerra y las matanzas cometidas impunes, también se hizo para disimular el estrepitoso fracaso de la maquinaria de guerra israelo-norteamericana en alcanzar sus objetivos y convertir así este fracaso en una victoria política y diplomática que les allane el camino para reanudar nuevamente su intento de imponer el proceso del llamado nuevo Oriente Medio, que supone un plan neocolonial de control del destino y porvenir de esta zona para un plazo máximo en el tiempo, liquidar su cultura, su derecho a la legítima defensa y deshacerse del compromiso con los derechos del pueblo palestino y su causa como causa central, sometiendo a los pueblos árabes de toda la región.
Israel y EE.UU. acaban de recibir un gran fiasco que, de momento les obliga a revisar sus cálculos, pero también a Israel le supone poner en tela de juicio su capacidad “invencible” y consecuentemente, el rol que le fue encomendado como gendarme delantero de los intereses imperiales en esta región.
Lo dicho supone que ambos, Israel y EE.UU., se vuelvan más peligrosos si cabe. Por ello, y en defensa de una paz justa y duradera y para salvaguardar la seguridad y estabilidad internacionales, insistimos en:
- La ocupación israelí sigue siendo la principal causa de inestabilidad en la región.
- La impunidad con que el gobierno israelí comete sus crímenes y la hipocresía y la política de doble rasero que se ejerce desde la ONU y el Consejo de Seguridad a instancias de EE.UU.

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