El pasado 31 de octubre Rafael Reig dejó de publicar sus habituales columnas diarias en el diario Público. Aunque Reig explicaba las circunstancias en su blog personal, el diario no ha dado expliciaciones en sus páginas sobre ese cambio. Ante ello, los abajo firmantes hemos querido expresar nuestra inquietud y pedir de esta manera una aclaración. El texto fue remitido el pasado día 3 a la sección de Opinión de Público, donde no han considerado oportuno publicarlo.
La crítica permite avanzar. Sin crítica una sociedad está ciega, un gobierno pierde todo horizonte. La aparición de un periódico como Público entre los grandes medios de comunicación hizo que durante un tiempo ciertas versiones falsas de la realidad se toparan con un espacio de contraste. La mentira ya no sólo era puesta al descubierto en iniciativas dispersas que se encontraban a través de la red, sino que además había un proyecto empresarial capaz de entrar en la batalla de la verdad.
Sería absurdo pretender que una empresa no es una empresa, y que un gran medio de comunicación no tiene hipotecas, presiones, lealtades justas e injustas. Pero con Público se abrió la posibilidad de la contradicción que permite avanzar.
Tal vez un día esa posibilidad había estado en otros grandes medios. Varias generaciones se habían formado confiando en que así era. Pero la deriva de los últimos años de los principales periódicos nacionales había acabado con la confianza de millares de lectores y lectoras. Y Público empezó, y llegaron voces nuevas, argumentos diferentes. Algunas de esas voces procedían de medios en donde ya no tenían espacio para decir algo que no fuera el interés enmascarado, y a veces ni siquiera enmascarado, de un departamento de prensa público o privado, otras no.
Rafael Reig era una de esas voces. Más allá del sentido del humor, de su capacidad para no incurrir en el tópico, de su talento para abordar los asuntos desde ángulos no previstos, etcétera. Ninguno de esos rasgos es relevante ahora, pues por ninguno de ellos ha sido apartado de la sección de Opinión. Todos ellos se le reconocían y suponemos fueron los que hicieron que se le invitara a trabajar para la sección de Cultura. Lo que sí es relevante, lo que es insólito en el mundo periodístico y cultural español, es una critica argumentada y, de verdad, independiente. Rafael Reig criticaba al gobierno tanto como a la oposición, y esto es lo que, al parecer, no se tolera. Es posible atacar una vez más a Aznar, a Rajoy, a Esperanza Aguirre pero si en cambio la crítica argumentada desde la izquierda se dirige a quien está ejerciendo el poder, ¿qué ocurre? ¿Se confía tanto en el poder que se espera que avance a ciegas, sin dar explicaciones, sin razonar, sin escuchar a quien difiere y lo hace con criterio?
Una empresa es una empresa es una empresa. No cabe, por tanto, hablar en este caso de censura sino de la libertad de quien dispone de la fuerza de trabajo de los demás para prescindir, cuando así lo desea, de ella. Pero un periódico es un periódico. No es, al parecer, exactamente una empresa, no se fabrican opiniones, razones, argumentos, en vano. Por lo tanto, sería quizá necesario que se explicara por qué se ha desalojado de las páginas de Opinión a una de las pocas voces críticas que hay en ese periódico. Habrá muchas personas que digan: de qué extrañarse, si ya sabemos que es así, si ya conocemos los límites, si la libertad de expresión es sólo apariencia de libertad, y pertenece sólo a quienes pueden pagársela.
Pero nos extrañamos. Nos extrañamos porque la sociedad avanza también por las palabras que dice defender. Porque la arbitrariedad cercena lo público. Porque es absurdo que un periódico haga suyas las voces de Gramsci o Rosa Luxemburgo, y después actúe como si las únicas voces que en realidad le importan fueran las del inversor, el jefe y el banquero. Porque es incongruente y grave muestra de irresponsabilidad que un medio de comunicación que había hecho un hueco al compromiso informativo y la disonancia certera no entienda que es precisamente eso -y no más manipulación y más ruido- lo que demanda un sector no desdeñable de la sociedad española. Nos extrañamos y nos preocupamos.
Los lectores eligen el periódico que quieren leer. Pero los periódicos eligen también a sus lectores eligiendo a sus colaboradores. Después de muchos años de opinión vestida de información, de cinismo de derechas con ropajes socialdemócratas, muchos lectores y lectoras atisbaron un espacio capaz de ganarse su propia legitimidad, un periódico que, a pesar de los pesares, podían empezar a considerar un poco suyo, nuestro. Ahora, con una decisión como ésta, necesitamos saber. ¿No hay ningún periódico en España que necesite lectores responsables, críticos, exigentes, comprometidos, incómodos? Cada periódico elige a quién se dirige; nos preguntamos si con gestos como éste Público se suma al deslizamiento de otros periódicos que levantaron esperanzas en la transición y ahora sólo son portavoces del dinero, gobiernos o empresas mediante.
Santiago Alba, Belén Gopegui, Antonio Orejudo, Lorenzo Silva, Pascual Serrano, Constantino Bértolo, Carlos Fernández Liria, Marta Sanz, Carlos Sánchez Almeida, Carlo Frabetti, Julio Anguita, José Manuel Naredo, Claudio López de Lamadrid, Joaquín Miras, Cecilia Dreymüller, Francisco Fernández Buey, Josep Bel i Gallart , Luis Magrinyá, Alberto Olmos, Ignacio Echevarría, César de Vicente, Javier Maqua, Enrique Falcón, Javier Azpeitia, Vicente Romano, Andrés Linares, Bonifacio Perales, María Jesús Martín-Ampudia, Salvador Gutiérrez Solís, Sofía García-Hortelano Martín-Ampudia, Manuel Martínez Llaneza, Irene Amador, Felícitas Velázquez Serrano, Juan Ramón Sanz, Javier Parra Molina, Ángeles Diez Rodríguez, Julio Castro Jiménez, Ricardo Rodríguez del Río, Salvador López Arnal, Manuel Talens, Elvira Navarro, Matías Escalera, Francisco Frutos Gras, Susana Oviedo, Milo J. Krmpotic, Toni Iturbe, Lara Moreno, Julia Gutiérrez Arconadam, Ángela Molina, Benito Rabal Balaguer, Ginés Fernández González, Pedro Marset Campos, José Luis Centella Gómez, Felipe Alcaraz, Maite Mola, Fernando Sánchez, Antonio Antón, David Becerra, Eva Díaz Pérez, Mario Cuenca Sandoval, Nicolás Alberto González Varela, Eva Fernández Martínez, Gerardo Tudurí Roldán, Sonia Pina Linares, Alfredo Cardo Cañizares, Flor Fernández Martínez, Alberto García-Teresa, Jordi Torrent Bestit, Silvia Casado, Sandra Ávila, Juan Manuel Morales, Julio J. Hellín, José María San José, Edgardo Dorby, Carlos Martínez, Bernardo Muniesa Brito, José Luis Moreno Pestaña, Luis Zarapuz, Mariano López Monreal, Félix López García, Manuel Ariza Gil-Pérez, Luis Fernández de Troconiz, José Carrión Andaluz, Iban Zaldua
La crítica permite avanzar. Sin crítica una sociedad está ciega, un gobierno pierde todo horizonte. La aparición de un periódico como Público entre los grandes medios de comunicación hizo que durante un tiempo ciertas versiones falsas de la realidad se toparan con un espacio de contraste. La mentira ya no sólo era puesta al descubierto en iniciativas dispersas que se encontraban a través de la red, sino que además había un proyecto empresarial capaz de entrar en la batalla de la verdad.
Sería absurdo pretender que una empresa no es una empresa, y que un gran medio de comunicación no tiene hipotecas, presiones, lealtades justas e injustas. Pero con Público se abrió la posibilidad de la contradicción que permite avanzar.
Tal vez un día esa posibilidad había estado en otros grandes medios. Varias generaciones se habían formado confiando en que así era. Pero la deriva de los últimos años de los principales periódicos nacionales había acabado con la confianza de millares de lectores y lectoras. Y Público empezó, y llegaron voces nuevas, argumentos diferentes. Algunas de esas voces procedían de medios en donde ya no tenían espacio para decir algo que no fuera el interés enmascarado, y a veces ni siquiera enmascarado, de un departamento de prensa público o privado, otras no.
Rafael Reig era una de esas voces. Más allá del sentido del humor, de su capacidad para no incurrir en el tópico, de su talento para abordar los asuntos desde ángulos no previstos, etcétera. Ninguno de esos rasgos es relevante ahora, pues por ninguno de ellos ha sido apartado de la sección de Opinión. Todos ellos se le reconocían y suponemos fueron los que hicieron que se le invitara a trabajar para la sección de Cultura. Lo que sí es relevante, lo que es insólito en el mundo periodístico y cultural español, es una critica argumentada y, de verdad, independiente. Rafael Reig criticaba al gobierno tanto como a la oposición, y esto es lo que, al parecer, no se tolera. Es posible atacar una vez más a Aznar, a Rajoy, a Esperanza Aguirre pero si en cambio la crítica argumentada desde la izquierda se dirige a quien está ejerciendo el poder, ¿qué ocurre? ¿Se confía tanto en el poder que se espera que avance a ciegas, sin dar explicaciones, sin razonar, sin escuchar a quien difiere y lo hace con criterio?
Una empresa es una empresa es una empresa. No cabe, por tanto, hablar en este caso de censura sino de la libertad de quien dispone de la fuerza de trabajo de los demás para prescindir, cuando así lo desea, de ella. Pero un periódico es un periódico. No es, al parecer, exactamente una empresa, no se fabrican opiniones, razones, argumentos, en vano. Por lo tanto, sería quizá necesario que se explicara por qué se ha desalojado de las páginas de Opinión a una de las pocas voces críticas que hay en ese periódico. Habrá muchas personas que digan: de qué extrañarse, si ya sabemos que es así, si ya conocemos los límites, si la libertad de expresión es sólo apariencia de libertad, y pertenece sólo a quienes pueden pagársela.
Pero nos extrañamos. Nos extrañamos porque la sociedad avanza también por las palabras que dice defender. Porque la arbitrariedad cercena lo público. Porque es absurdo que un periódico haga suyas las voces de Gramsci o Rosa Luxemburgo, y después actúe como si las únicas voces que en realidad le importan fueran las del inversor, el jefe y el banquero. Porque es incongruente y grave muestra de irresponsabilidad que un medio de comunicación que había hecho un hueco al compromiso informativo y la disonancia certera no entienda que es precisamente eso -y no más manipulación y más ruido- lo que demanda un sector no desdeñable de la sociedad española. Nos extrañamos y nos preocupamos.
Los lectores eligen el periódico que quieren leer. Pero los periódicos eligen también a sus lectores eligiendo a sus colaboradores. Después de muchos años de opinión vestida de información, de cinismo de derechas con ropajes socialdemócratas, muchos lectores y lectoras atisbaron un espacio capaz de ganarse su propia legitimidad, un periódico que, a pesar de los pesares, podían empezar a considerar un poco suyo, nuestro. Ahora, con una decisión como ésta, necesitamos saber. ¿No hay ningún periódico en España que necesite lectores responsables, críticos, exigentes, comprometidos, incómodos? Cada periódico elige a quién se dirige; nos preguntamos si con gestos como éste Público se suma al deslizamiento de otros periódicos que levantaron esperanzas en la transición y ahora sólo son portavoces del dinero, gobiernos o empresas mediante.
Santiago Alba, Belén Gopegui, Antonio Orejudo, Lorenzo Silva, Pascual Serrano, Constantino Bértolo, Carlos Fernández Liria, Marta Sanz, Carlos Sánchez Almeida, Carlo Frabetti, Julio Anguita, José Manuel Naredo, Claudio López de Lamadrid, Joaquín Miras, Cecilia Dreymüller, Francisco Fernández Buey, Josep Bel i Gallart , Luis Magrinyá, Alberto Olmos, Ignacio Echevarría, César de Vicente, Javier Maqua, Enrique Falcón, Javier Azpeitia, Vicente Romano, Andrés Linares, Bonifacio Perales, María Jesús Martín-Ampudia, Salvador Gutiérrez Solís, Sofía García-Hortelano Martín-Ampudia, Manuel Martínez Llaneza, Irene Amador, Felícitas Velázquez Serrano, Juan Ramón Sanz, Javier Parra Molina, Ángeles Diez Rodríguez, Julio Castro Jiménez, Ricardo Rodríguez del Río, Salvador López Arnal, Manuel Talens, Elvira Navarro, Matías Escalera, Francisco Frutos Gras, Susana Oviedo, Milo J. Krmpotic, Toni Iturbe, Lara Moreno, Julia Gutiérrez Arconadam, Ángela Molina, Benito Rabal Balaguer, Ginés Fernández González, Pedro Marset Campos, José Luis Centella Gómez, Felipe Alcaraz, Maite Mola, Fernando Sánchez, Antonio Antón, David Becerra, Eva Díaz Pérez, Mario Cuenca Sandoval, Nicolás Alberto González Varela, Eva Fernández Martínez, Gerardo Tudurí Roldán, Sonia Pina Linares, Alfredo Cardo Cañizares, Flor Fernández Martínez, Alberto García-Teresa, Jordi Torrent Bestit, Silvia Casado, Sandra Ávila, Juan Manuel Morales, Julio J. Hellín, José María San José, Edgardo Dorby, Carlos Martínez, Bernardo Muniesa Brito, José Luis Moreno Pestaña, Luis Zarapuz, Mariano López Monreal, Félix López García, Manuel Ariza Gil-Pérez, Luis Fernández de Troconiz, José Carrión Andaluz, Iban Zaldua
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