COMO ENTONCES, COMO AHORA, NO A LA GUERRA
La guerra es el escenario de las peores violaciones de derechos humanos: ataques indiscriminados contra la población civil, secuestro y reclutamiento de niños y niñas, violaciones utilizadas como arma de combate, limpieza étnica, destrucción del patrimonio de un pueblo, negación del acceso a los alimentos y las medicinas…
Pero quienes sufren sus efectos no son los mismos que las desencadenan; siempre hay quien saca provecho del mal. Hace 62 años, en protesta contra la guerra de Vietnam, Bob Dylan acusaba a los “Señores de la Guerra”:
Apretáis los gatillos para que disparen los demás.
Luego retrocedéis para observar
cuánto aumenta el número de muertes.
Os escondéis en vuestras mansiones
mientras la sangre de los jóvenes se escapa de sus cuerpos
y se queda enterrada en el barro.
Hace 22 años, millones de personas se manifestaron por todo el mundo contra la invasión de Irak. España se movilizó de forma masiva con la consigna “No a la guerra”, que, por desgracia, sigue vigente en nuestro presente y nuestro futuro. Desde entonces, la violencia no ha hecho más que crecer y en la actualidad se contabilizan 56 conflictos armados en el mundo, que involucran a casi 100 países.
Las imágenes del genocidio que sufre la población palestina, retrasmitidas en directo, han puesto de manifiesto lo infernal que puede ser el mundo para tantas personas. Y la extensión de las hostilidades hasta Irán no hace sino confirmar la necesidad de detener la orgía de barbarie que amenaza con arrasar nuestra civilización. Las nuevas agresiones perpetradas por Estados Unidos nos recuerdan que el colapso y la muerte suponen un buen negocio en un país cuyas 4 compañías más potentes de la industria armamentística generan ingresos anuales superiores a los 300.000 millones de euros.
En otras latitudes, los conflictos sangrientos de Sudán, Myanmar, Yemen, Etiopía, Siria, Somalia o Burkina Fasso pasan de largo ante nosotros excepto para quienes comercian con las armas. Y la invasión de Ucrania nos recuerda que Europa no es inmune a la violencia injustificable y los crímenes de guerra.
La historia nos enseña que la lucha por la dignidad y los derechos humanos es más fuerte cuando se hace en colectivo; que los retrocesos pueden detenerse; que ningún régimen, por muy violento que sea, es invencible si las personas se movilizan. Resistir contra la barbarie, contra el genocidio y contra el rearme, ya no es solo una opción, es un deber.
COMO ENTONCES, COMO SIEMPRE, NO LA GUERRA.
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