Hace unos días un ex fiscal general de Bush (Señor de Guantánamo), John Ashcroft, ha defendido que “la práctica con los detenidos, entonces, no se podía considerar tortura”. (El País, 18-07-08).
Leído lector e instruida lectora, sin duda habrás pensado que estaba rememorando, con ese “entonces”, los tiempos de la Santa Inquisición (que en España se prolongaron hasta mediados del XIX) pues no, se refería el ex fiscal a los años 2002 y 2003 en los que la CIA seguía unas directrices para los interrogatorios de los detenidos, que sólo consideraban tortura “a un acto extremo que causara un dolor similar al de la muerte…”
Y yo me pregunto: ¿Se habrá muerto y luego habrá resucitado el señor Ashcroft o algún miembro de la CIA, para saber cuando se siente un dolor similar al de la muerte?
Con este refinado criterio moral se dejaba fuera de la definición de tortura a prácicas como el desnudar a los presos, azuzarles los perros o fingir un ahogamiento.
Pero el ex fiscal lo justifica debido a que se producía “en una época en la que el país [EE.UU.] había sido duramente atacado” y, además, “el valor de la información recabada con estas técnicas de interrogatorio era mucho mayor que el de otros métodos”.
Indignada lectora, cabreado lector, consuélate pues esto lo hacen, al fin y al cabo, los mandamases de la nación crisol de democracias.
Todo esto se ha publicado, lo sabe todo el mundo, pero, al parecer nadie se conmueve por nada.
Para echarse a temblar.
Leído lector e instruida lectora, sin duda habrás pensado que estaba rememorando, con ese “entonces”, los tiempos de la Santa Inquisición (que en España se prolongaron hasta mediados del XIX) pues no, se refería el ex fiscal a los años 2002 y 2003 en los que la CIA seguía unas directrices para los interrogatorios de los detenidos, que sólo consideraban tortura “a un acto extremo que causara un dolor similar al de la muerte…”
Y yo me pregunto: ¿Se habrá muerto y luego habrá resucitado el señor Ashcroft o algún miembro de la CIA, para saber cuando se siente un dolor similar al de la muerte?
Con este refinado criterio moral se dejaba fuera de la definición de tortura a prácicas como el desnudar a los presos, azuzarles los perros o fingir un ahogamiento.
Pero el ex fiscal lo justifica debido a que se producía “en una época en la que el país [EE.UU.] había sido duramente atacado” y, además, “el valor de la información recabada con estas técnicas de interrogatorio era mucho mayor que el de otros métodos”.
Indignada lectora, cabreado lector, consuélate pues esto lo hacen, al fin y al cabo, los mandamases de la nación crisol de democracias.
Todo esto se ha publicado, lo sabe todo el mundo, pero, al parecer nadie se conmueve por nada.
Para echarse a temblar.
Francisco de Queveo Sillegas.
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