Ha presentado el acto Ángel Luis Fernaz del Foro Social. para referirse al libro “Antimemorias de un comunista incómodo” (Planeta), que narra Andres Sorel, con la experiencia vivida y como si se lo recordara a sí mismo, los acontecimientos revolucionarios del siglo XX.culto y exquisito en sus formas, el escritor segoviano siempre comprometido con las ideas en las que se fundamenta la convivencia, ideas como las de igualdad, justicia social o equidad, no pueden quedar por debajo de ningún otro concepto en su obra.
Testigo directo de casi todas las experiencias revolucionarias producidas durante el siglo XX. Comunista sin carnet y sin partido desde que abandonara el PCE en 1973, mantiene su sentido crítico como seña de identidad. De ahí el título de sus “Antimemorias”. Sorel, que lleva publicados más de 50 ensayos y novelas, ha pasado media vida entre la clandestinidad y el exilio. Durante la dictadura franquista fue corresponsal de Radio España Independiente (La Pirenaica). Por sus ondas retransmitió el Mayo francés del 68, la Primavera de Praga o el 25 de abril en Portugal. Buen conocedor de Cuba, fundador del diario “Liberación”, ha sido durante años secretario de la Asociación española de Escritorres.
En su intervención Andres Sorel ha relatado como por su libro desfilan muchos nombres por distintos escenarios.
A José Saramago, uno de los hombres más íntegros que he conocido. Como yo, provenía de la más profunda pobreza y nunca renegó de ella. Durante toda su vida mantuvo la condición de aquellos a quienes Dostoyevski llamaba los humillados.
Como periodista y escritor, ha unido su vida a paisajes de esperanza revolucionaria que, al final, se han visto truncados.
Es el problema de la utopía. La lucha por contribuir a cambiar el mundo es una lucha difícil. A veces me preguntan si he dejado de ser comunista. Y digo que yo siempre he sido más de dudas que de catecismos. Odio los catecismos, sean religiosos o políticos. En esto sigo a Norberto Bobbio, que decía que un intelectual inquieto por la sociedad en la que vive no debería militar en un partido para ser un florero, sino para mantener siempre un planteamiento crítico.
Fue una experiencia extraordinaria. Llegué un mes antes de que se diera la ocupación y allí pude ver lo que por desgracia no vemos casi nunca. Vi por primera vez trabajadores, estudiantes, hombres y mujeres de toda condición reunidos abiertamente en parques, en la calle, en universidades y en fábricas para hablar de cómo se podía cambiar la sociedad represiva que actuaba en nombre del Partido Comunista Checo y transformarla. En Praga viví el único intento que he conocido –y he conocido infinidad de las llamadas revoluciones en los países comunistas– por intentar hacer una sociedad más justa. El comunismo no ha existido como institución que haya intentado transformar un país.
Tras la caída del Muro he vuelto a visitar bastantes países que había conocido antes, y en todos esos lugares en los que jamás vi el comunismo en el sentido ideológico, ético o incluso marxista de la palabra es donde encontré el anticomunismo y la religiosidad más fervientes. Y lo curioso es que muchos de los convertidos en católicos fervientes y cargos en el poder eran los que estaban en los años setenta y ochenta como dirigentes de los partidos comunistas. Eran los mismos antes y después. Los que antes crearon una burocracia, un nepotismo que se mantenía en el poder gracias a la represi ón contra quienes discrepaban de la forma en que se aplicaba el marxismo y después se encontraban felices en el neocapitalismo.
Con muchos riesgos ahora que llega el sueño americano. El 80% de la población cubana actual no ha vivido la revolución, y lo que quiere es integrarse en esa sociedad que hoy observa a través de la televisión o a través de los turistas. Temo que la llegada de los americanos convierta las playas del paisaje cubano en marbellas destruidas. Con los millones de turistas llegan también los constructores de hoteles, los distribuidores de productos… Tengo muchos amigos en Cuba que se duelen de lo que pueda ocurrir, porque ellos hicieron la revolución no solo para liberarse de la corrupción y la miseria, sino también del imperialismo norteamericano que utilizaba a Cuba como base de diversión. La historia es cíclica y temen que se pueda plantear otra vez esta posibilidad.
No es que el comunismo haya fracasado; es que no ha existido prácticamente. Podríamos hablar de un comunismo que fracasa per se si fuera posible el experimento de invertir un vaso, meter ahí el comunismo y aislarlo del exterior y de todo lo que pueda contaminarlo. Pero esto no ha sido así. Por ejemplo, la Revolución de Octubre soviética no tuvo nada que ver con el estalinismo; allí hubo un protagonismo crítico en las dumas, en los parlamentos y en las calles. Allí se debatía cómo construir una sociedad totalmente distnta que no tuviera nada que ver ni con el zarismo ni con las putrefactas sociedades occidentales. Inmediatamente vino la guerra y las presiones del exterior lo ahogaron.
Hay un factor exterior, pero también hay otro interior. Una vez se llega al poder, el poder corrompe. El poder les va convirtiendo en personas que pasan a ocupar la esfera que en el capitalismo ocupan los poderosos.
Sí…[se ríe] Voy a poner un ejemplo con el fenómeno de Podemos. El 15M surgió como una necesidad de organizarse, distinta a la que viene manteniendo el poder desde la llamada Transición a la que basta restar dos letras para dejarla en lo que realmente fue, una traición. Deciden organizarse contra los que no nos representan y se plantea desde el movimiento de masas, en barriadas, pueblos, aldeas y ciudades. Yo alabaría que eso se hubiera extendido; porque lo que hay que hacer es ir convenciendo a gran parte de la población, que está alienada. Sin embargo, el planteamiento ha pasado por conquistar la televisión y aparecer en los medios. Es un error. Pablo Iglesias no puede competir con Belén Esteban. Si a Iglesias le ven un millón de personas, a Esteban la ven quince. La labor de convencimiento es una labor de tiempo; no se hace en unas elecciones. Y cuando Podemos cree que su batalla es conquistar el poder a través de las elecciones, se está equivocando. Primero, porque acaban intentando pactar con uno de los partidos corruptos que decían que no les representaba y, además, porque así no se va a ejercer el poder; el poder lo ejercen los grandes bancos. Esa es una batalla perdida.
Sí, porque de lo contrario no solo entregamos el mundo a los corruptos y a la explotación inicua, sino también a la destrucción de la libertad de pensamiento. De las sensaciones que tuve en el campo de Auschwitz hace muchos años, cuando todavía no se había convertido en un parque temático, guardo algo que me aterra y que Hannah Arendt lo explica en su constatación sobre la banalidad del mal: la aceptación de las órdenes, la asunción del papel de funcionarios de un sistema es el fenómeno que ahora mismo se está dando en el genocidio europeo con las miles de personas que huyen de los países destruidos por los mercaderes para apoderarse de su petróleo o de su coltán. Primero destruyen los países, llevan a la miseria a sus habitantes y, no, ahora no los queman, pero los meten en campos de refugiados y ahí van muriendo…
Texto:Mertxe aizpurua
Testigo directo de casi todas las experiencias revolucionarias producidas durante el siglo XX. Comunista sin carnet y sin partido desde que abandonara el PCE en 1973, mantiene su sentido crítico como seña de identidad. De ahí el título de sus “Antimemorias”. Sorel, que lleva publicados más de 50 ensayos y novelas, ha pasado media vida entre la clandestinidad y el exilio. Durante la dictadura franquista fue corresponsal de Radio España Independiente (La Pirenaica). Por sus ondas retransmitió el Mayo francés del 68, la Primavera de Praga o el 25 de abril en Portugal. Buen conocedor de Cuba, fundador del diario “Liberación”, ha sido durante años secretario de la Asociación española de Escritorres.
En su intervención Andres Sorel ha relatado como por su libro desfilan muchos nombres por distintos escenarios.
A José Saramago, uno de los hombres más íntegros que he conocido. Como yo, provenía de la más profunda pobreza y nunca renegó de ella. Durante toda su vida mantuvo la condición de aquellos a quienes Dostoyevski llamaba los humillados.
Como periodista y escritor, ha unido su vida a paisajes de esperanza revolucionaria que, al final, se han visto truncados.
Es el problema de la utopía. La lucha por contribuir a cambiar el mundo es una lucha difícil. A veces me preguntan si he dejado de ser comunista. Y digo que yo siempre he sido más de dudas que de catecismos. Odio los catecismos, sean religiosos o políticos. En esto sigo a Norberto Bobbio, que decía que un intelectual inquieto por la sociedad en la que vive no debería militar en un partido para ser un florero, sino para mantener siempre un planteamiento crítico.
Fue una experiencia extraordinaria. Llegué un mes antes de que se diera la ocupación y allí pude ver lo que por desgracia no vemos casi nunca. Vi por primera vez trabajadores, estudiantes, hombres y mujeres de toda condición reunidos abiertamente en parques, en la calle, en universidades y en fábricas para hablar de cómo se podía cambiar la sociedad represiva que actuaba en nombre del Partido Comunista Checo y transformarla. En Praga viví el único intento que he conocido –y he conocido infinidad de las llamadas revoluciones en los países comunistas– por intentar hacer una sociedad más justa. El comunismo no ha existido como institución que haya intentado transformar un país.
Tras la caída del Muro he vuelto a visitar bastantes países que había conocido antes, y en todos esos lugares en los que jamás vi el comunismo en el sentido ideológico, ético o incluso marxista de la palabra es donde encontré el anticomunismo y la religiosidad más fervientes. Y lo curioso es que muchos de los convertidos en católicos fervientes y cargos en el poder eran los que estaban en los años setenta y ochenta como dirigentes de los partidos comunistas. Eran los mismos antes y después. Los que antes crearon una burocracia, un nepotismo que se mantenía en el poder gracias a la represi ón contra quienes discrepaban de la forma en que se aplicaba el marxismo y después se encontraban felices en el neocapitalismo.
Con muchos riesgos ahora que llega el sueño americano. El 80% de la población cubana actual no ha vivido la revolución, y lo que quiere es integrarse en esa sociedad que hoy observa a través de la televisión o a través de los turistas. Temo que la llegada de los americanos convierta las playas del paisaje cubano en marbellas destruidas. Con los millones de turistas llegan también los constructores de hoteles, los distribuidores de productos… Tengo muchos amigos en Cuba que se duelen de lo que pueda ocurrir, porque ellos hicieron la revolución no solo para liberarse de la corrupción y la miseria, sino también del imperialismo norteamericano que utilizaba a Cuba como base de diversión. La historia es cíclica y temen que se pueda plantear otra vez esta posibilidad.
No es que el comunismo haya fracasado; es que no ha existido prácticamente. Podríamos hablar de un comunismo que fracasa per se si fuera posible el experimento de invertir un vaso, meter ahí el comunismo y aislarlo del exterior y de todo lo que pueda contaminarlo. Pero esto no ha sido así. Por ejemplo, la Revolución de Octubre soviética no tuvo nada que ver con el estalinismo; allí hubo un protagonismo crítico en las dumas, en los parlamentos y en las calles. Allí se debatía cómo construir una sociedad totalmente distnta que no tuviera nada que ver ni con el zarismo ni con las putrefactas sociedades occidentales. Inmediatamente vino la guerra y las presiones del exterior lo ahogaron.
Hay un factor exterior, pero también hay otro interior. Una vez se llega al poder, el poder corrompe. El poder les va convirtiendo en personas que pasan a ocupar la esfera que en el capitalismo ocupan los poderosos.
Sí…[se ríe] Voy a poner un ejemplo con el fenómeno de Podemos. El 15M surgió como una necesidad de organizarse, distinta a la que viene manteniendo el poder desde la llamada Transición a la que basta restar dos letras para dejarla en lo que realmente fue, una traición. Deciden organizarse contra los que no nos representan y se plantea desde el movimiento de masas, en barriadas, pueblos, aldeas y ciudades. Yo alabaría que eso se hubiera extendido; porque lo que hay que hacer es ir convenciendo a gran parte de la población, que está alienada. Sin embargo, el planteamiento ha pasado por conquistar la televisión y aparecer en los medios. Es un error. Pablo Iglesias no puede competir con Belén Esteban. Si a Iglesias le ven un millón de personas, a Esteban la ven quince. La labor de convencimiento es una labor de tiempo; no se hace en unas elecciones. Y cuando Podemos cree que su batalla es conquistar el poder a través de las elecciones, se está equivocando. Primero, porque acaban intentando pactar con uno de los partidos corruptos que decían que no les representaba y, además, porque así no se va a ejercer el poder; el poder lo ejercen los grandes bancos. Esa es una batalla perdida.
Sí, porque de lo contrario no solo entregamos el mundo a los corruptos y a la explotación inicua, sino también a la destrucción de la libertad de pensamiento. De las sensaciones que tuve en el campo de Auschwitz hace muchos años, cuando todavía no se había convertido en un parque temático, guardo algo que me aterra y que Hannah Arendt lo explica en su constatación sobre la banalidad del mal: la aceptación de las órdenes, la asunción del papel de funcionarios de un sistema es el fenómeno que ahora mismo se está dando en el genocidio europeo con las miles de personas que huyen de los países destruidos por los mercaderes para apoderarse de su petróleo o de su coltán. Primero destruyen los países, llevan a la miseria a sus habitantes y, no, ahora no los queman, pero los meten en campos de refugiados y ahí van muriendo…
Texto:Mertxe aizpurua
Ha finalizado la presentación con un fuerte aplauso y la firma de libros por el autor.
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