x La Haine - Madrid
Así pues, visto el panorama, el Gobierno Español, encarnado en Madrid en su Delegada, señora Maestre, y las fuerzas policiales, sufrió por tanto una vergonzosa, dolorosa y humillante derrota en su intento de reprimir a los manifestantes que pacíficamente marcharon por Madrid, utilizándose la violencia sólo puntualmente y en defensa propia
En la tarde de ayer, sábado 24 de Noviembre, había convocada, a las 17:00 horas, una manifestación en recuerdo de Carlos Javier Palomino. Esta manifestación fue desautorizada por la delegación del gobierno. El verbo "desautorizar" no es casual ni gratuito, porque previamente había sido autorizada. En un acto de cómodo distanciamiento, la delegación del gobierno decidió que la manifestación no debía de realizarse debido a los posibles incidentes que podrían ocasionarse. Se autorizaron, sin embargo, otras de distinto signo político. Se prohibía el recuerdo de una víctima del terrorismo, Carlos Javier Palomino, mientras que a unos kilómetros de distancia se autorizaba la manifestación de la derechista AVT.
Poco antes de las 17:00, la presencia policial en Atocha era desproporcionada. La manifestación había sido desautorizada, pero diversas fuentes aseguran que desde Delegación de Gobierno se había afirmado que se iba a consentir que se hiciese una concentración. La abrumadora presencia policial parece indicar distintas intenciones. Los Paseos del Prado, Infanta Isabel y Delicias y las calles Méndez Álvaro y Ronda de Atocha estaban plagados de furgonetas de antidisturbios estacionados en distintos puntos estratégicos, tales como bocas de Metro, paradas de autobús urbano e interurbano y otros. Ahí, juzgando la vestimenta de la gente, retenían, identificaban y registraban a los viandantes, independientemente de si acudían o no a la manifestación. Esto causó varias situaciones anecdóticas, puesto que gente con pintas extravagantes que no iba a la manifestación era también retenida, mientras que manifestantes que llevaban ropas menos llamativas pasaban tranquilamente. Esto es una muestra interesante de cómo actúa la Policía Nacional. Los grupos retenidos no constaban de más de veinte personas y la Policía hacía lo posible por mantenerlos separados unos de otros, con el fin de dispersarlos para que cada uno se fuese por donde había venido.
Paralelamente a esto, un grupo mayor de manifestantes se concentraba en la explanada frente al Museo Reina Sofía, siendo acosados del mismo modo por la Policía. Esto provocó que el grueso de este grupo comenzase a caminar hacia la Ronda de Atocha, mientras que grupos más pequeños callejeaban paralelamente a dicha Ronda. El avance de este grupo de mayor tamaño hizo que los grupos que había separado la Policía Nacional alrededor de la zona se sumasen progresivamente al grupo principal. Aun así, pequeños grupos se quedaron aislados y según varios testimonios fueron muchos los que pasaron buena parte del recorrido intentando conectar con el grupo mayor. Algunos lo consiguieron, pero otros quedaron totalmente separados.
El avance por la Ronda de Atocha se producía principalmente por la acera, pero dado el elevado número de gente se acabaron ocupando varios carriles, lo que supuso que comenzasen los nervios de los agentes antidisturbios, que hicieron varios amagos con cargar. En estas circunstancias se llegó a la Glorieta de Embajadores. En este punto, varias furgonetas bloqueaban varias de las posibles vías de avance. La Policía arrinconó a los manifestantes en el punto en el que sólo se podía avanzar o bien hacia la calle de Embajadores o bien hacia Miguel Servet. Tras unos momentos de tensión, comenzó la primera carga. El grupo mayoritario de los manifestantes quedó encajonado en la bocacalle de Embajadores, plantando cara a los antidisturbios. Un grupo de menor tamaño, entre los que se incluye quien esto escribe, quedó aislado en la calle de Miguel Servet. Este grupo contaría inicialmente con más de un centenar de personas, aunque se fue dividiendo en grupitos que trataban de reincorporarse al grupo mayoritario con mayor o menor éxito. En este sentido el particular diseño urbanístico de esta zona de Madrid, con calles de trazado muy irregular, jugó en contra de los manifestantes, muchos venidos de fuera o de otros barrios no sabían como avanzar y acabaron perdiéndose y quedando completamente aislados del resto, lo que causó bastante inquietud al no saber hacia donde avanzar ni si estaba ocurriendo algo o no. La calle Miguel Servet se había cortado para proteger la integridad física de los manifestantes frente a posibles cargas.
Al tiempo que estos pequeños grupos intentaban reagruparse en torno a Miguel Servet, la calle Mesón de Paredes y la Calle Tribulete, el grupo mayoritario comenzó a defenderse de la Policía Nacional en la calle de Embajadores, levantando varias barricadas y lanzando objetos de distinto calado. La Policía Nacional perdió el control de la situación y el grupo mayoritario logró avanzar por Embajadores. A la altura de la Calle de las Provisiones, los distintos grupitos que habían quedado aislados se lograron juntar en una cantidad de en torno a treinta personas en un primer momento, si bien progresivamente, aunque algunos se lanzaban a la aventura a intentar encontrar al grupo principal, fue aumentando de tamaño. Finalmente se llevó a cabo la unificación entre el grupo mayoritario y el grupo minoritario, compuesto a su vez de distintos grupitos que habían llegado a ese punto. A partir de ahí el grupo pasó a ser uno sólo en este sector y se seguía produciendo un goteo incesante de grupitos que habían quedado aislados.
El objetivo, llegada esta situación, era claro: había que llegar a Legazpi. Se intentó de varias maneras, aunque el ruido de sirenas y la falta de orientación desconcertaron a pequeños grupos de manifestantes. Finalmente se llegó a la Plaza de Cascorro, donde se produjeron los momentos de mayor incertidumbre, ya que había que avanzar pero no quedaba claro hacia donde. Permanecer allí detenidos por demasiado tiempo podía haber costado caro a los manifestantes, puesto que era un punto en el que habría sido fácil ser rodeados por la Policía Nacional. La determinación final fue avanzar hacia la Calle de Toledo, lo cual fue todo un acierto. Se abandonaban las calles "ratoneras" donde la policía podía cargar con facilidad y dispersar a los grupos y se entraba en una calle importante cortando el tráfico, lo que impedía el avance de las furgonetas. La presencia de viandantes no manifestantes era también una cierta garantía de que en una hipotética carga, la policía se cuidaría más de mantener una mejor imagen pública.
Cuando se avanzaba, llegaban noticias confusas de que un grupo grande aunque de menor tamaño estaba llegando por su cuenta a Legazpi. Del mismo modo se sabe que gente que se quedó aislada decidió llegar en Metro. Aquí los testimonios son confusos, pero parece ser que la Policía, basándose en las vestimentas de la gente, su método científico habitual, hizo varios registros y hubo momentos de tensión.
Por parte del grupo principal, se avanzaba sin apenas presencia policial. Los manifestantes demostraron un gran dominio del terreno y se hicieron prácticamente inaccesibles a las furgonetas antidisturbios. Así se avanzó en bloque por la Calle de Toledo, se alcanzó la Puerta de Toledo y se procedió a avanzar por el Paseo de los Olmos. Cerrando el paso de la marcha se bloqueaban las calles volcando contenedores o cruzando vallas para impedir el paso de las furgonetas antidisturbios y proteger a los manifestantes de posibles cargas. Con esta dinámica se consiguió avanzar dinámicamente por el Paseo del Doctor Vallejo Nájera (doctor que, por cierto, aseguraba que los marxistas eran débiles mentales) hasta la Glorieta de Santa María de la Cabeza. Ahí se retomó la calle Embajadores en dirección a la estación de Metro de Legazpi, donde fue asesinado Carlos Javier Palomino.
Una vez allí, tras un estruendoso aplauso, el objetivo de la Coordinadora Antifascista de Madrid era fijar una placa en recuerdo a Carlos. Unos militantes comenzaron a colocarla cuando llegaron varias furgonetas de antidisturbios. Pero la seguridad de la Coordinadora, con ayuda del resto de manifestantes, formó una cadena humana para bloquear su paso. Con alguna dificultad y la solidaria ayuda de un vecino que prestó unas herramientas se colocó la placa y se leyó el comunicado, desconvocándose la marcha.
Un rato después comenzaron nuevas razzias policiales y cargas. Los manifestantes, divididos en pequeños grupos, optaron por salir del lugar o por plantar cara a la Policía. Los miembros de la Unidad de Intervención Policial comenzaron así una actuación arbitraria de cargas indiscriminadas y detenciones basándose nuevamente en el aspecto físico de los viandantes.
Es digno de mencionar el papel de la Policía Nacional y su jefa, la Delegada del Gobierno Soledad Maestre. Esta señora ha demostrado ser una mala caricatura del tristemente célebre Francisco Javier Ansuategui, Delegado del Gobierno en la última legislatura del PP y partidario de una brutalidad policial desmedida. En la manifestación de ayer sábado, la Policía Nacional trató de hacer una pinza a los manifestantes, con la promesa de que permitiría hacer una concentración se dedicó a tratar de aislar a los grupos que acudían. Esto fue un fracaso. Después con su actitud intimidatoria intentó que no se ocupase la Ronda de Atocha. Nuevo fracaso. Su bloqueo de calles y su salvaje carga policial en Embajadores pretendió dar por finalizada la marcha. Otro fracaso para la lista. Con muchos más medios, con un helicóptero que les indicaba la posición exacta de los manifestantes, con armamento profesional y entrenamiento, fueron totalmente incapaces de controlar a los manifestantes. Una vez estos consiguieron llegar a la calle de Toledo, sin apenas medios, demostraron tener un mayor conocimiento del terreno y una mayor capacidad de decisión. Otro fracaso para la Policía Nacional. Hasta que el grueso de los manifestantes, que iban a pie, no se detuvo en el Metro de Legazpi, el grueso de las fuerzas de antidisturbios, que iba en furgoneta, no consiguió darles alcance. Otro fracaso. Pagaron su frustración con cargas indiscriminadas que acabaron con varias detenciones pero no con la voluntad de lucha de los asistentes.
Así pues, visto el panorama, el Gobierno Español, encarnado en Madrid en su Delegada, señora Maestre, y las fuerzas policiales, sufrió por tanto una vergonzosa, dolorosa y humillante derrota en su intento de reprimir a los manifestantes que pacíficamente marcharon por Madrid, utilizándose la violencia sólo puntualmente y en defensa propia. Soledad Maestre ha demostrado con sus intenciones ser partidaria de la misma brutalidad policial que el ultraderechista Ansuategui, pero también, para beneficio y regocijo de los manifestantes revolucionarios de Madrid, una total y absoluta incompetente.
Con los constantes movimientos de dispersión y reagrupamiento de los manifestantes, provocados por la actividad policial, es difícil cuantificar el número de ellos, pero sumando los distintos grupos aislados y el grupo principal no es descabellado en absoluto hablar de en torno a 3000 personas en la totalidad del recorrido, si bien estas 3000, debido a las circunstancias, pocas veces estuvieron en bloque, lo que no significa que no estuviesen ahí. Es de interés señalar esto puesto que el diario progubernamental EL PAÍS habla de la irrisoria cantidad de 250 personas. Esto es significativo, ya que en su intento de minusvalorar a los manifestantes a quien dejan en mal lugar es a las fuerzas policiales, ya que con una cifra tan minúscula la derrota habría sido más humillante si cabe.
Poco antes de las 17:00, la presencia policial en Atocha era desproporcionada. La manifestación había sido desautorizada, pero diversas fuentes aseguran que desde Delegación de Gobierno se había afirmado que se iba a consentir que se hiciese una concentración. La abrumadora presencia policial parece indicar distintas intenciones. Los Paseos del Prado, Infanta Isabel y Delicias y las calles Méndez Álvaro y Ronda de Atocha estaban plagados de furgonetas de antidisturbios estacionados en distintos puntos estratégicos, tales como bocas de Metro, paradas de autobús urbano e interurbano y otros. Ahí, juzgando la vestimenta de la gente, retenían, identificaban y registraban a los viandantes, independientemente de si acudían o no a la manifestación. Esto causó varias situaciones anecdóticas, puesto que gente con pintas extravagantes que no iba a la manifestación era también retenida, mientras que manifestantes que llevaban ropas menos llamativas pasaban tranquilamente. Esto es una muestra interesante de cómo actúa la Policía Nacional. Los grupos retenidos no constaban de más de veinte personas y la Policía hacía lo posible por mantenerlos separados unos de otros, con el fin de dispersarlos para que cada uno se fuese por donde había venido.
Paralelamente a esto, un grupo mayor de manifestantes se concentraba en la explanada frente al Museo Reina Sofía, siendo acosados del mismo modo por la Policía. Esto provocó que el grueso de este grupo comenzase a caminar hacia la Ronda de Atocha, mientras que grupos más pequeños callejeaban paralelamente a dicha Ronda. El avance de este grupo de mayor tamaño hizo que los grupos que había separado la Policía Nacional alrededor de la zona se sumasen progresivamente al grupo principal. Aun así, pequeños grupos se quedaron aislados y según varios testimonios fueron muchos los que pasaron buena parte del recorrido intentando conectar con el grupo mayor. Algunos lo consiguieron, pero otros quedaron totalmente separados.
El avance por la Ronda de Atocha se producía principalmente por la acera, pero dado el elevado número de gente se acabaron ocupando varios carriles, lo que supuso que comenzasen los nervios de los agentes antidisturbios, que hicieron varios amagos con cargar. En estas circunstancias se llegó a la Glorieta de Embajadores. En este punto, varias furgonetas bloqueaban varias de las posibles vías de avance. La Policía arrinconó a los manifestantes en el punto en el que sólo se podía avanzar o bien hacia la calle de Embajadores o bien hacia Miguel Servet. Tras unos momentos de tensión, comenzó la primera carga. El grupo mayoritario de los manifestantes quedó encajonado en la bocacalle de Embajadores, plantando cara a los antidisturbios. Un grupo de menor tamaño, entre los que se incluye quien esto escribe, quedó aislado en la calle de Miguel Servet. Este grupo contaría inicialmente con más de un centenar de personas, aunque se fue dividiendo en grupitos que trataban de reincorporarse al grupo mayoritario con mayor o menor éxito. En este sentido el particular diseño urbanístico de esta zona de Madrid, con calles de trazado muy irregular, jugó en contra de los manifestantes, muchos venidos de fuera o de otros barrios no sabían como avanzar y acabaron perdiéndose y quedando completamente aislados del resto, lo que causó bastante inquietud al no saber hacia donde avanzar ni si estaba ocurriendo algo o no. La calle Miguel Servet se había cortado para proteger la integridad física de los manifestantes frente a posibles cargas.
Al tiempo que estos pequeños grupos intentaban reagruparse en torno a Miguel Servet, la calle Mesón de Paredes y la Calle Tribulete, el grupo mayoritario comenzó a defenderse de la Policía Nacional en la calle de Embajadores, levantando varias barricadas y lanzando objetos de distinto calado. La Policía Nacional perdió el control de la situación y el grupo mayoritario logró avanzar por Embajadores. A la altura de la Calle de las Provisiones, los distintos grupitos que habían quedado aislados se lograron juntar en una cantidad de en torno a treinta personas en un primer momento, si bien progresivamente, aunque algunos se lanzaban a la aventura a intentar encontrar al grupo principal, fue aumentando de tamaño. Finalmente se llevó a cabo la unificación entre el grupo mayoritario y el grupo minoritario, compuesto a su vez de distintos grupitos que habían llegado a ese punto. A partir de ahí el grupo pasó a ser uno sólo en este sector y se seguía produciendo un goteo incesante de grupitos que habían quedado aislados.
El objetivo, llegada esta situación, era claro: había que llegar a Legazpi. Se intentó de varias maneras, aunque el ruido de sirenas y la falta de orientación desconcertaron a pequeños grupos de manifestantes. Finalmente se llegó a la Plaza de Cascorro, donde se produjeron los momentos de mayor incertidumbre, ya que había que avanzar pero no quedaba claro hacia donde. Permanecer allí detenidos por demasiado tiempo podía haber costado caro a los manifestantes, puesto que era un punto en el que habría sido fácil ser rodeados por la Policía Nacional. La determinación final fue avanzar hacia la Calle de Toledo, lo cual fue todo un acierto. Se abandonaban las calles "ratoneras" donde la policía podía cargar con facilidad y dispersar a los grupos y se entraba en una calle importante cortando el tráfico, lo que impedía el avance de las furgonetas. La presencia de viandantes no manifestantes era también una cierta garantía de que en una hipotética carga, la policía se cuidaría más de mantener una mejor imagen pública.
Cuando se avanzaba, llegaban noticias confusas de que un grupo grande aunque de menor tamaño estaba llegando por su cuenta a Legazpi. Del mismo modo se sabe que gente que se quedó aislada decidió llegar en Metro. Aquí los testimonios son confusos, pero parece ser que la Policía, basándose en las vestimentas de la gente, su método científico habitual, hizo varios registros y hubo momentos de tensión.
Por parte del grupo principal, se avanzaba sin apenas presencia policial. Los manifestantes demostraron un gran dominio del terreno y se hicieron prácticamente inaccesibles a las furgonetas antidisturbios. Así se avanzó en bloque por la Calle de Toledo, se alcanzó la Puerta de Toledo y se procedió a avanzar por el Paseo de los Olmos. Cerrando el paso de la marcha se bloqueaban las calles volcando contenedores o cruzando vallas para impedir el paso de las furgonetas antidisturbios y proteger a los manifestantes de posibles cargas. Con esta dinámica se consiguió avanzar dinámicamente por el Paseo del Doctor Vallejo Nájera (doctor que, por cierto, aseguraba que los marxistas eran débiles mentales) hasta la Glorieta de Santa María de la Cabeza. Ahí se retomó la calle Embajadores en dirección a la estación de Metro de Legazpi, donde fue asesinado Carlos Javier Palomino.
Una vez allí, tras un estruendoso aplauso, el objetivo de la Coordinadora Antifascista de Madrid era fijar una placa en recuerdo a Carlos. Unos militantes comenzaron a colocarla cuando llegaron varias furgonetas de antidisturbios. Pero la seguridad de la Coordinadora, con ayuda del resto de manifestantes, formó una cadena humana para bloquear su paso. Con alguna dificultad y la solidaria ayuda de un vecino que prestó unas herramientas se colocó la placa y se leyó el comunicado, desconvocándose la marcha.
Un rato después comenzaron nuevas razzias policiales y cargas. Los manifestantes, divididos en pequeños grupos, optaron por salir del lugar o por plantar cara a la Policía. Los miembros de la Unidad de Intervención Policial comenzaron así una actuación arbitraria de cargas indiscriminadas y detenciones basándose nuevamente en el aspecto físico de los viandantes.
Es digno de mencionar el papel de la Policía Nacional y su jefa, la Delegada del Gobierno Soledad Maestre. Esta señora ha demostrado ser una mala caricatura del tristemente célebre Francisco Javier Ansuategui, Delegado del Gobierno en la última legislatura del PP y partidario de una brutalidad policial desmedida. En la manifestación de ayer sábado, la Policía Nacional trató de hacer una pinza a los manifestantes, con la promesa de que permitiría hacer una concentración se dedicó a tratar de aislar a los grupos que acudían. Esto fue un fracaso. Después con su actitud intimidatoria intentó que no se ocupase la Ronda de Atocha. Nuevo fracaso. Su bloqueo de calles y su salvaje carga policial en Embajadores pretendió dar por finalizada la marcha. Otro fracaso para la lista. Con muchos más medios, con un helicóptero que les indicaba la posición exacta de los manifestantes, con armamento profesional y entrenamiento, fueron totalmente incapaces de controlar a los manifestantes. Una vez estos consiguieron llegar a la calle de Toledo, sin apenas medios, demostraron tener un mayor conocimiento del terreno y una mayor capacidad de decisión. Otro fracaso para la Policía Nacional. Hasta que el grueso de los manifestantes, que iban a pie, no se detuvo en el Metro de Legazpi, el grueso de las fuerzas de antidisturbios, que iba en furgoneta, no consiguió darles alcance. Otro fracaso. Pagaron su frustración con cargas indiscriminadas que acabaron con varias detenciones pero no con la voluntad de lucha de los asistentes.
Así pues, visto el panorama, el Gobierno Español, encarnado en Madrid en su Delegada, señora Maestre, y las fuerzas policiales, sufrió por tanto una vergonzosa, dolorosa y humillante derrota en su intento de reprimir a los manifestantes que pacíficamente marcharon por Madrid, utilizándose la violencia sólo puntualmente y en defensa propia. Soledad Maestre ha demostrado con sus intenciones ser partidaria de la misma brutalidad policial que el ultraderechista Ansuategui, pero también, para beneficio y regocijo de los manifestantes revolucionarios de Madrid, una total y absoluta incompetente.
Con los constantes movimientos de dispersión y reagrupamiento de los manifestantes, provocados por la actividad policial, es difícil cuantificar el número de ellos, pero sumando los distintos grupos aislados y el grupo principal no es descabellado en absoluto hablar de en torno a 3000 personas en la totalidad del recorrido, si bien estas 3000, debido a las circunstancias, pocas veces estuvieron en bloque, lo que no significa que no estuviesen ahí. Es de interés señalar esto puesto que el diario progubernamental EL PAÍS habla de la irrisoria cantidad de 250 personas. Esto es significativo, ya que en su intento de minusvalorar a los manifestantes a quien dejan en mal lugar es a las fuerzas policiales, ya que con una cifra tan minúscula la derrota habría sido más humillante si cabe.
Fdo: Un manifestante más. Enviado a La Haine.
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