Llega la primavera y la naturaleza nos deleita con toda la exuberancia de que es posible, haciendo resurgir la vida. Y cómo la recibimos: envenenándola. Mayo, el mes de las flores. “Con flores a María...” reza la canción. Qué pensaría María si levantara la cabeza y viera que nos dedicamos a matar las alegres florecillas espontáneas que llegan por primavera a todos los pueblos y caminos de Castilla.
Por qué en nuestros pueblos, llenos de casas abandonadas, derruidas, ruinas, escombros, vertederos sin sellar ni cerrar usándose todavía ilegalmente... lo que molestan son las hierbecitas en los bordes de las paredes, calles, caminos y carreteras que nacen reivindicando que la naturaleza es poderosa. “La Tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta” decía Tagore. Y lo que se la contesta desde los pueblos de Castilla es que “está todo lleno de mierda (refiriéndose solo y exclusivamente a esas hierbecitas”; ¿mierda?.
Y qué se hace en Castilla con esa “mierda”: envenenarla. De la misma manera que se si se matasen piojos a cañonazos. Se las aplican venenos (llamemos las cosas por su nombre desde el principio) igual que si se estuviesen regando las plantas: sin tener el exigido carnet de manipulador de fitosanitarios, sin redactar ni presentar al órgano competente el obligatorio plan de trabajo, sin consultar las fichas de seguridad del producto, sin protección personal, sin tener en cuenta las dosis recomendadas (“mejor un poquito más”), sin señalizar las zonas que donde han sido aplicadas, sin respetar las distancias mínimas a las masas de agua (por el contrario, se fumigan también los regueros de agua); todo esto según la normativa: Real Decreto 1311/2012. Y sobre todo, sin tener el cuenta los archidemostrados graves perjuicios que tienen estos productos sobre las personas y restos de seres vivos que pasarán por el lugar.
Hay que tener además en consideración que casi todas estas plantitas que matamos con los herbicidas son comestibles y/o medicinales. Bien lo sabían nuestros antepasados y no hemos querido aprender de ellos esta sabiduría que se ha ido perdiendo y se pierde a pasos alarmantes con cada uno que muere.
Recuerdo como un día, una excursión de unos cincuenta peregrinos que recorrían el Camino de San Frutos, se pararon a descansar y contemplar en vello entorno al que habían llegado. Para su desgracia, ese lugar donde se sentaron y almorzaron acababa de ser fumigado. Los pobres, sin saberlo (ahí está el gran problema, que si no se avisa tal y como dicta la norma, la gente no puede tomar sus precauciones), se desayunaron una buena dosis de veneno y además se la llevaron pegada a sus ropas repartiéndola por doquier a lo largo del camino y finalmente metiéndosela en sus casas.
¿Desconocimiento, inconsciencia, dejadez, incredulidad...? Les invito: infórmense. Estoy convencida de que cuando lo hagan solo les quedarán ganas de dejar de utilizar estos venenos y exigir que se cumpla la ley en su aplicación. Hay muchas alternativas, igual de válidas y nada contaminantes para nosotras y lo que nos rodea. Mientras tanto, nos están fumigando, nos están envenenando, y también a nuestros hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.
Hablemos de “mierda”:
Los llamados pesticidas, fitosanitarios o agroquímicos:
1. Son tóxicos. No es complicado de comprender que si se usan para matar a las plantas también matan al resto de seres vivos: incluidos los humanos. Lo dice la Organización Mundial para la Salud.
2. Es cuestión de dosis. A las dosis que se aplica matan a las plantas, anfibios, peces y pequeños mamíferos y aves. Todos los anfibios del planeta se encuentran amenazados y esta es una de las grandes causas. Al resto de seres vivos, aves y mamíferos más grandes; incluidos los humanos, nos van provocando enfermedades. Desde un simple dolor de cabeza hasta enfermedades crónicas, como las enfermedades raras o cáncer, cada vez más en auge. Éstas serán cada vez más graves en función de la exposición a estos productos. Permanecerán de por vida en nuestros cuerpos, y en todos los seres vivos, acumulándose a lo largo de la cadena trófica, fenómeno que se denomina: bioacumulación. De manera que, a lo largo de nuestra vida iremos teniendo cada vez más dosis dentro de nosotros y nos irán produciendo más problemas de salud. Las dosis también las transmitiremos a nuestros hijos, por ejemplo durante la gestación y la lactancia.
3. Muchos provienen de armas químicas, utilizadas por ejemplo en la Guerra Mundial, a las que se les ha buscado un segundo uso, mucho más rentable económicamente, pues se usan mundialmente de forma impune.
4. Acaban siendo prohibidos al final por sus graves consecuencias contra la salud y el medioambiente. Se aprueba su licencia sin suficientes pruebas científicas de seguridad, pues la ley está de parte de las multinacionales que fabrican agroquímicos al ser de las más poderosas del planeta, ejerciendo grandes lobbies sobre los gobiernos. Nos envenenan y después nos dan sus medicinas para curarnos, negocio redondo. Las multinacionales agroquímicas y las farmacéuticas son la misma empresa. Después, por los mismos lobbyes y esperas burocráticas, con las pruebas de los científicos se tarda años o décadas en conseguir eliminarlos del mercado. Por ejemplo, el glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo, serán prohibido dentro de pocos años; pero sus hijos (igual de peligrosos) ya vienen pisando fuerte en los mercados.
5. Solo el 1% de las fumigaciones llegan al objetivo para y donde se han aplicado. El resto se dispersan, suelen acabar en el circuito del agua y en la cadena trófica y finalmente terminan en el agua que bebemos y en nuestros platos.
Llevo muchos años trabajando e investigando con estos productos en distintos departamentos, universidades y empresas nacionales e internacionales. No hay excepción, de los cientos que he analizado, se cumple lo expuesto aquí.
Doctora Estefanía Egido Departamento Nacional de Referencia de Residuos de Pesticidas y Contaminantes Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario