Foto:Marco Tarilonte
Llevamos demasiado tiempo escuchando noticias trágicas sobre los intentos de los migrantes, sean refugiados de guerras cómplices o pobres de países arruinados y sin futuro por nuestras políticas, por alcanzar las fronteras de la bien llamada “fortaleza europea”. Y no nos conmueven, como hace unos meses, las fotos de niños muertos. Los medios de comunicación han oscurecido veladamente el tema, y nuestra sensibilidad, ante el dolor ajeno, se ha acorchado poco a poco. Se nos ha estrechado el corazón como europeos habitantes de un espacio privilegiado en el contexto mundial (sin olvidar las tragedias de muchos de sus ciudadanos víctimas del austericidio imperante).
(Comunicado leido por el Foro Social de Segovia el dia 27 'Marcha Europea por las Personas Refugiadas y Migrantes, en la concentración junto al acueducto convocada por la Plataforma Contra la Crisis-Cumbre Social de Segovia)
Como europeos, si eso sigue significando todavía algo, debería preocuparnos. ¿Por qué?, sencilla y llanamente porque es en nuestro nombre que los políticos, representantes de estas democracias fin de ciclo, están tomando decisiones que atentan directamente contra la dignidad, no sólo de aquellos que huyen de terribles realidades que nos cuesta imaginar, sino de la nuestra propia.
Por dignidad y por la fraternidad a la que estamos obligados, no podemos permitir que se deje morir por omisión de auxilio, en nuestras fronteras. No podemos permitir que la obligación moral de ayudar a aquellos que se encuentran en grave peligro para sus vidas, sea sustituida por el sórdido cálculo de la defensa de unos intereses que nunca se confiesan, por vergonzantes, ocultados por esa palabra talismán que es SEGURIDAD. Por cálculos así, algunos no dudan en declarar que Europa no puede acoger a más personas, que los musulmanes atentan contra nuestra identidad cristiana, que ponen en peligro la integridad de nuestras mujeres, que son la punta de lanza de la islamización de Europa y del integrismo terrorista y asesino. Y por todas esas “razones” enviamos buques armados, militares de la OTAN, y policías, a sellar las fronteras ante esta nueva invasión. Unos nuevos bárbaros frente a los que defenderse en un nuevo “limes” imperial.
¡Y no se les cae la cara de vergüenza ante tanta impostura y mentira!
¿Cómo es posible que se nos pretenda idiotizar con semejantes mentiras, inventando un enemigo que nos distraiga de la lucha central entre ricos y pobres que se está produciendo ante nuestros ojos!
¡Despertemos! También ellos son víctimas de las políticas sin misericordia, crueles y rapaces de los poderes económicos y políticos que siembran guerras allí y aqui, someten al yugo de la pobreza material, cultural y de libertades y derechos a una proporción creciente de la población.
¡No aceptamos un mundo que es capaz de triturar a los más desfavorecidos con bombas o con políticas antisociales, en beneficio siempre de una minoría¡
Rebelémonos ante los “hechos consumados” y miremos al futuro con esperanza.
Todavía es posible construir un mundo en el que nos reconozcamos todos hermanos, en el que triunfe la solidaridad sobre el mezquino cálculo de beneficios.
Pero sólo podremos levantar la mirada y recuperar la dignidad cuando defendamos con todas nuestras fuerzas, el derecho y la justicia hacia los más débiles y la realidad de un mundo mejor para todos.
Juntemos nuestras manos y construyamos esos puentes que faciliten el paso del miedo y la muerte a la esperanza de una vida segura y más plena
Esa es nuestra obligación como ciudadanos y como personas.
Como europeos, si eso sigue significando todavía algo, debería preocuparnos. ¿Por qué?, sencilla y llanamente porque es en nuestro nombre que los políticos, representantes de estas democracias fin de ciclo, están tomando decisiones que atentan directamente contra la dignidad, no sólo de aquellos que huyen de terribles realidades que nos cuesta imaginar, sino de la nuestra propia.
Por dignidad y por la fraternidad a la que estamos obligados, no podemos permitir que se deje morir por omisión de auxilio, en nuestras fronteras. No podemos permitir que la obligación moral de ayudar a aquellos que se encuentran en grave peligro para sus vidas, sea sustituida por el sórdido cálculo de la defensa de unos intereses que nunca se confiesan, por vergonzantes, ocultados por esa palabra talismán que es SEGURIDAD. Por cálculos así, algunos no dudan en declarar que Europa no puede acoger a más personas, que los musulmanes atentan contra nuestra identidad cristiana, que ponen en peligro la integridad de nuestras mujeres, que son la punta de lanza de la islamización de Europa y del integrismo terrorista y asesino. Y por todas esas “razones” enviamos buques armados, militares de la OTAN, y policías, a sellar las fronteras ante esta nueva invasión. Unos nuevos bárbaros frente a los que defenderse en un nuevo “limes” imperial.
¡Y no se les cae la cara de vergüenza ante tanta impostura y mentira!
¿Cómo es posible que se nos pretenda idiotizar con semejantes mentiras, inventando un enemigo que nos distraiga de la lucha central entre ricos y pobres que se está produciendo ante nuestros ojos!
¡Despertemos! También ellos son víctimas de las políticas sin misericordia, crueles y rapaces de los poderes económicos y políticos que siembran guerras allí y aqui, someten al yugo de la pobreza material, cultural y de libertades y derechos a una proporción creciente de la población.
¡No aceptamos un mundo que es capaz de triturar a los más desfavorecidos con bombas o con políticas antisociales, en beneficio siempre de una minoría¡
Rebelémonos ante los “hechos consumados” y miremos al futuro con esperanza.
Todavía es posible construir un mundo en el que nos reconozcamos todos hermanos, en el que triunfe la solidaridad sobre el mezquino cálculo de beneficios.
Pero sólo podremos levantar la mirada y recuperar la dignidad cuando defendamos con todas nuestras fuerzas, el derecho y la justicia hacia los más débiles y la realidad de un mundo mejor para todos.
Juntemos nuestras manos y construyamos esos puentes que faciliten el paso del miedo y la muerte a la esperanza de una vida segura y más plena
Esa es nuestra obligación como ciudadanos y como personas.
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