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sábado, 12 de noviembre de 2022

Acción Climática en Segovia "Por la justicia Climática "


Acción de la Contracumbre Segoviana por el clima convocada por la Asamblea Segoviana por el Clima, en el día de acción global por el clima cuando se cumple la primera semana de la COP27.

La Cumbre del Clima se celebra estos días en Egipto, donde representantes de gobiernos, instituciones internacionales, empresas y organizaciones de la sociedad civil se reúnen para acordar acciones frente a la emergencia climática.

La acción ha transcurrido bajo una intensa lluvia ha partido encabezada por una pancarta con el lema "Sin Planeta, No hay Futuro "salida de de los, Jardinillos de San Roque , avenida del acueducto parada en la plaza del Azoguejo donde se ha dado lectura a un manifiesto sobre lo cuatro elementos después se ha continuado por la calle Real para finalizar en la Plaza Mayor.

                                             
Lectura Manifiesto : ACCIÓN CLIMA SEGOVIA 12 NOV 2022

 Hoy, un pequeño grupo de personas de diferentes colectivos de Segovia, nos reunimos para honrar a los elementos de la naturaleza y recordar que son las base que sustenta nuestra existencia como sociedad humana.
 
Además, nos concentramos para manifestar nuestro temor, nuestra preocupación profunda y, quizá contra todo pronóstico, nuestro rescoldo de esperanza.

 Hoy, estas semanas, un colectivo mucho más numeroso y poderoso de personas de todo el mundo, están reunidas en Egipto, en la 27 Conferencia de las Partes de la ONU en torno a un tema que provoca la preocupación, el temor y, en algunos casos, la desesperación de buena parte de la humanidad.

 La razón que ha convocado a los líderes del mundo a debatir es la que se ha identificado como principal amenaza de la sociedad humana: el cambio climático provocado por las emisiones masivas de GEI que la acción humana viene volcando a la atmósfera desde hace dos siglos y, muy especialmente, en los últimos 40 años.


 Durante estos 40 años, se ha creado un dispositivo científico nunca visto para analizar la evolución del fenómeno climático; se han publicado, uno tras otro, sucesivos informes con previsiones de futuro cada vez más precisas y atemorizantes, y un tono de urgencia cada vez más elevando; se han organizado miles de reuniones y 27 conferencias de la ONU para tratar de llegar a algún acuerdo… Pero mientras todo esto sucedía, las emisiones mundiales de GEI no dejaban de aumentar.

 Pero quizás ya no hace falta recurrir a informes científicos para hacerse una idea de lo que supone alterar el equilibrio climático, un clima estable que ha sido durante miles de años el telón de fondo de la creación de los sistemas naturales del planeta y de la construcción de nuestra civilización humana. Ya empezamos a atisbar cuáles son las consecuencias sobre nuestras vidas cotidianas, incluso en aquellas zonas privilegiadas del planeta que hemos asistido durante años al espectáculo desde la barrera.


 Las olas de calor encadenadas de este verano, con temperaturas máximas y mínimas sin precedentes en Europa, y más de 300 muertes por calor solo en España; la sequía que amenaza la producción alimentaria y aumenta la inflación; los incendios pavorosos; o las inundaciones ligadas a tormentas extraordinarias en este otoño cálido… todo es como un tráiler expresivo de lo que puede llegar a convertirse en película de terror


La revista médica The Lancet, ha publicado en octubre un informe demoledor de título contundente: 'Informe 2022 sobre salud y cambio climático: la salud a merced de los combustibles fósiles'. Según este, en las dos últimas décadas, las muertes por exceso de calor han aumentado un 95% en Europa, siendo España el país europeo a la cabeza del número de víctimas y con mayor riesgo de muerte por calor extremo.

La subida de temperaturas y el caos climático general ya no afecta -solo- al oso polar, y va mucho más allá de los agobios del verano. Es un peligro cercano, real, tangible, que ha saltado de los informes científicos a las calles. El cambio climático tiene que ver con cómo vivimos, cómo enfermamos y también, desgraciadamente, cómo morimos, decía Andreu Escrivá en un reciente artículo.

Y sí, la ciencia lo viene advirtiendo desde hace décadas. La primera conferencia sobre el clima, celebrada en 1979 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), emitió ya entonces una declaración en la que se reconocía que "el cambio climático es un problema grave para el planeta y supone una amenaza para el bienestar de la humanidad" y se instaba a los gobiernos a actuar.

40 años después, en 2019, 11.000 investigadores de todo el mundo firmaron un desesperado llamamiento a acelerar las acciones de lucha contra el cambio climático abandonando su habitual tono comedido y su papel discreto: "en estos momentos los científicos tenemos la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de esta amenaza catastrófica”; de no llevarse a cabo "cambiosØ decisivos" en nuestro modelo de desarrollo, estamos condenando a las generaciones venideras a "un sufrimiento incalculable". Ha llegado el momento de ir "más allá de investigar y publicar artículos" para intentar "llegar directamente a los ciudadanos y a quienes toman las decisiones políticas".

 Es por ello que en estos dos últimos años, habéis visto personas con bata blanca realizando acciones de desobediencia civil no violenta, muy ajenas a la imagen estereotipada que tenemos del científico/a ensimismado en su mundo de datos y cifras. Ellos y ellas, que son quienes mejor entienden la gravedad de lo que enfrentamos están asustados y se movilizan, por eso salen a la calle a tratar de asustarnos y movilizarnos al resto de la sociedad.

 Sin embargo, las informaciones de estos días destacan que los insuficientes planes climáticos de los países abocan al mundo a un catastrófico calentamiento de 2,5 grados o más. Se agotan los plazos. Viene mal tiempo.

El cambio climático va a multiplicar los desafíos que ya teníamos como sociedad humana. Por ejemplo el reto de proteger la salud de la infancia mundial, cuando según estima la OMS cada año mueren prematuramente alrededor de 1,7 millones de niños y niñas menores de 5 años a causa de factores ambientales como la contaminación del aire y del agua o un saneamiento deficiente. O el reto de procurar trabajos decentes que permitan la autonomía de los y las jóvenes, en un escenario de incertidumbre y de urgente transformación de nuestras economías.

 El cambio climático, alimentado por la inacción de los países, está provocando una crisis intergeneracional en materia de derechos de la infancia.

 Es un problema de profundo desajuste cultural de la sociedad humana, que tiene una manera de relacionarse con el medio natural que no es sostenible y que condena a las generaciones jóvenes y a las futuras a un mundo muy duro, cuando no inhabitable, en el que la exposición a olas de calor, sequías, incendios, inundaciones y pérdidas de cosechas se multiplica.

 Cambiar nuestra forma de vivir es un desafío mayúsculo, que implica:

Entender nuestra dependencia de los sistemas naturales y del resto de seres vivos, aceptar la existencia de límites biofísicos a nuestras expectativas de crecimiento, y adaptar nuestras expectativas a esa realidad

 Actuar con solidaridad y respeto hacia la naturaleza y el resto de las personas,

Generalizar hábitos de uso responsable y de cuidado activo de los bienes colectivos que soportan la vida en el planeta.

Pero también supone oportunidades:

para mejorar la calidad del aire, del agua y de nuestros entornos de vida y, con ello, nuestra salud;

para recuperar biodiversidad, ecosistemas saludables y recursos naturales, que aportan múltiples servicios vitales;

 para reducir desigualdades entre personas y entre países y construir un futuro más justo y seguro.

 Por todo esto, estamos esta tarde aquí para reclamar, a los líderes que están negociando el futuro de este planeta en Egipto, pero también a nuestros propios líderes políticos a todos los niveles, a los líderes empresariales y económicos, a los líderes sindicales, a las organizaciones sociales y a la ciudadanía en general, que entiendan el momento histórico que vivimos, que asuman sus responsabilidades diferenciadas, y se movilicen activamente para conseguir lo que hoy parece imposible:

 La adopción inmediata de medidas para limitar el calentamiento a 1,5 °C, entre ellas la eliminación del subsidio a los combustibles fósiles.

 Ampliar la financiación de la mitigación y de la adaptación a los impactos climáticos ineludibles, destinando al menos el 50 % a la adaptación de los países de ingresos medios y bajos.

 Ampliar los sistemas de protección social de la infancia y otros colectivos espacialmente vulnerables ante el impacto creciente de las perturbaciones climáticas.

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