Los propietarios de la casa donde nos alojamos nos llevaron al local del Sindicato de Obreros del Campo, una amplia nave repleta de gente. El primer acto consistió en la proyección del documental “Balada ROTA MORON” presentada por uno de los integrantes del grupo malagueño de teatro que dramatizaron una acerva crítica a las guerras instigadas por la OTAN y EEUU con especial referencia las bases americanas, Morón en concreto, junto a una reivindicación de una Andalucía libre y autónoma de yugos ajenos. Una muy meritoria escenificación con muy escasos medios, que logra expresar dramáticamente una reflexión política de actualidad cargada de esperanza. Bravo por el grupo malagueño.
Segundo acto del programa nocturno: charla del médico pediatra y neonatólogo palestino Nafez Zein Isa formado en España y casado con una española hasta que decidieron regresar a Palestina e instalarse en un pueblo próximo a Ramala en cuyo hospital estuvo trabajando. Las autoridades israelitas les impidieron a él y a su familia volver a su tierra después de un viaje que realizaron a España, lo que le obligó a rehacer de nuevo su vida, una circunstancia que está afectando a muchos palestinos.
El jueves pudimos visitar por la mañana la fábrica de
transformación de los productos que se cosechan en la finca del “Humoso”, una
manera de que su valor añadido redunde en beneficio del pueblo y no emigre,
como las personas, a tierras y bolsillos ajenos. Da trabajo a varias decenas de
personas, fundamentalmente mujeres que se ocupan de los trabajos más delicados
y precisos para los que son más hábiles que los hombres. El encargado, Antonio
“el caniho” -apodo obligado en el pueblo-, nos enseñó todo el proceso y
contestó con paciencia a todas nuestras preguntas, que no fueron pocas.
Apreciamos especialmente como la prioridad no son los beneficios que se
pudieran obtener reduciendo en todo posible los gastos, como haría una empresa
capitalista, sino el empleo con sueldos dignos y procurando alcanzar al mayor
número de personas principalmente mujeres.
Puntual a las 12 se presentó el alcalde. Comenzó el encuentro con una panorámica de los que ha sido la historia de la experiencia colectiva de Marinaleda y el largo proceso que se puso en marcha desde la elección de Juan Manuel Sánchez Gordillo como alcalde en 1979, y la movilización de sus habitantes para ocupar la finca del “Humoso”. 12 años de lucha con marchas repetidas de los jornaleros sin tierra y sus familias al “Humoso”, hasta que la guardia civil los desalojaba en las horas centrales del día, las de más calor, y tenían que emprender el viaje de regreso al pueblo, 10 km de ida y otros 10 de vuelta, cuatro horas bajo un sol de justicia.
Nos contó como consiguieron que la finca fuera considerada de regadío, condición indispensable para que el extenso latifundio del duque del Infantado, “Grande de España” por más señas, fuera expropiado por las autoridades. El proceso no estuvo exento de épica. En asamblea, allá por el año 83, decidieron la ocupación del embalse de Cordobilla en el río Genil. Más de un mes de permanencia a la intemperie con sus noches al raso en los meses de marzo y abril con frio y lluvia. Al final lo consiguieron como se dobla el hierro más duro si se le calienta al rojo vivo y se le martillea con tesón. Este fue un paso fundamental pero no interrumpió las ocupaciones del “humoso” y las acciones reivindicativas más allá de Marinaleda. La decisiva tuvo lugar durante la “Expo” de Sevilla en 1992, un escaparate en el que se jugaba el prestigio del país ante las cámaras de medio mundo. La ocupación de la estación de Santa Justa y la interrupción del tráfico ferroviario del recién estrenado AVE, junto a otras acciones sonadas, siempre pacíficas aunque desobedientes, fueron el golpe definitivo que hizo posible que la intransigencia de los gobiernos central y autonómico se quebrara. El hierro se había puesto al rojo y se le había dado el golpe definitivo, la lucha popular había triunfado.
Las 1200 hectáreas del “humoso” habían pasado de ser un latifundio inculto más de los que abundan en Andalucía, a ser un terreno de gestión popular en manos de los jornaleros bajo el paraguas del SOC, Sindicato de Obreros del Campo, con Sánchez Gordillo y Diego Cañamero al frente y de las cooperativas que encuadraban a los trabajadores.
Se demostraba que la lucha persistente podía contribuir a la construcción de Otro Mundo Posible, pero a condición de emprenderla juntos y con una esperanza inquebrantable.
Todo lo demás, los logros que hoy podemos observar y que disfrutan sus habitantes, no hubieran sido posibles sin tierra en la que trabajar y sin organización popular y democrática. Por fin las personas se ponían en el centro y el trabajo se convertía en el pilar de la construcción de una nueva sociedad.
Otros hitos fueron la instalación de riego por goteo en toda la finca, los cultivos de olivar, pimiento, alcachofa, etc., que culminaron con la construcción de la fábrica de transformación y la almazara que les permite elaborar su propio aceite de oliva y comercializarlo. Una fuerte inversión de capital que fue en buena parte posible por la aportación de trabajo voluntario de los cooperativistas.
Desde 1979 hasta hoy, el equipo de gobierno trabaja al servicio de los ciudadanos, sin cobrar nada por ello. Junto al Sindicato Andaluz de Trabajadores, que reúne en asambleas periódicas a los habitantes para tomar las decisiones que afectan a todos, han desarrollado unas políticas verdaderamente revolucionarias que deberían ser la envidia del resto. Si el trabajo es uno de los pilares sobre el que se sustenta el proyecto popular de Marinaleda los otros son la vivienda y la cultura. Del primero decir que la política llevada hasta ahora es la de poder responder al artículo 47 de la Constitución, en el que se dice que todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna y adecuada y encarga a las instituciones públicas crear las condiciones para hacer efectivo este derecho. En coherencia el Ayuntamiento lleva a cabo una política de autoconstrucción de vivienda cediendo suelo público y poniendo a disposición de las personas a obreros que puedan ayudar en la construcción, a través de los empleos públicos del PER. El interesado colabora con su trabajo y una vez finalizado se compromete a pagar 15 euros mensuales en concepto de alquiler ya que la vivienda nunca deja de ser de titularidad pública. Tampoco puede enajenarla, aunque sí ceder los derechos a sus herederos. Una manera de poner el sentido común al servicio del pueblo, eso sí con una condición: que exista voluntad política para llevarlo a cabo. Marinaleda ha demostrado que es posible cortar el nudo gordiano de la especulación con la vivienda.
El futuro se presenta incierto pero esperanzado. La Junta de Andalucía ha decidido vender la finca del “Humoso” a precio de mercado, 30 millones de euros que el Ayuntamiento de Marinaleda no puede pagar. Una encrucijada en la que intervienen muchos factores a tener en cuenta siendo uno de ellos, y no el menor, la lucha que están dispuestos a mantener sus habitantes para defender los derechos tan duramente conseguidos. Estaremos atentos.
Por la tarde el alcalde nos acompañó a la finca para que pudiéramos hacernos una idea de la tierra y del molino aceitero que construyeron allí mismo. Otro momento privilegiado para impregnarnos de la historia de este pueblo singular y de sus habitantes. A las 8 de la tarde teníamos una nueva cita en el local del sindicato, la presentación del libro “me lo decía mi papá” a cargo de su autor Alberto Valenzuela y del prologuista Juan Pinilla. Una amplia selección de historias de la represión franquista sobre familias campesinas rescatadas del olvido y redivivas, una de las cuales es la del abuelo de Juan Pinilla. La memoria democrática que hemos de seguir rescatando de los recuerdos, de los archivos y principalmente de las fosas. Un trabajo de base impagable que merece reconocimiento.
Gran privilegio poder estar allí asistiendo a esta melopea de arte verdadero que entraba directamente a lo más profundo, sin necesidad de interpretación alguna, de corazón a corazón. Canto, guitarra y baile fundido en una fiesta para los sentidos, que era también un ejemplo de como se entiende la cultura del pueblo y para el pueblo sin el filtro obligado del dinero, en este diminuto reducto resistente de Marinaleda.
En nuestro último día acudimos a la fábrica para comprar alguna conserva de pimientos de piquillo y de alcachofas. Nos llevamos como obsequio unos cuantos kilos de alcachofas frescas, todo ello previa degustación de las alcachofas en todas sus versiones gracias a la gentileza del “Caniho”, el encargado acogedor y sabio.
Luego paseo por Écija y Osuna, pasado por agua a raudales. La sartén de Andalucía convertida en su alcantarilla. A las 7 habíamos quedado con Manolo, un vecino que participó en las luchas desde sus comienzos que fue gerente de la cooperativa, y que se ofreció gustoso a contarnos todo lo que quisiéramos saber.
Dos horas de las que le estoy agradecido por habernos mostrado diáfanamente algunos retazos de su vida que es la del propio pueblo de Marinaleda. Repasamos la larga historia de luchas prolongadas que exigían una gran esperanza, constancia y apoyo colectivo. Ninguna lucha individual tiene sentido si no se emprende codo con codo y mirando al futuro de la utopía, nuestro horizonte común.
Muchas más cosas podríamos decir, pero esto se va pareciendo a un testamento, cortemos aquí.
Agradezcamos al pueblo de Marinaleda el ejemplo que deja para la historia, sus conquistas palpables, la certeza de que es posible construir OTRO MUNDO NUEVO.
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